Si en agosto me dicen que el Recreativo estaría en octubre fuera de los puestos de descenso y sin haber encajado ni una goleada hubiese puesto en duda las dotes visionarias de mi interlocutor. La dimisión de un entrenador a 20 días del inicio de la pretemporada, los recortes presupuestarios, la marcha de jugadores franquicia, la dificultad del primer tramo del calendario y, como telón de fondo, la incertidumbre de una ley concursal limitaban el optimismo. Los números, sin embargo, lo alientan.
Otras cosas son las sensaciones. Aunque el Recre cumple con creces en la clasificación, el sentir general es que los de Álvaro Cervera han podido hacer mucho más.
La competición ha dejado claro que muchos equipos, casi todos, tan malos como el Recreativo. También los hay, casi todos, tan buenos como el Recreativo. No explica de otra forma que el conjunto onubense ganara en el campo del actual líder, el Hércules, y que haya estado casi siempre más cerca de ganar que de perder en las ocho jornadas disputadas.
La falta de puntería y los errores infantiles en defensa dejan insatisfechos a la plantilla, el cuerpo técnico y, por supuesto, a la grada, más aún después de varapalo del Valladolid, que restó dos puntos a los albiazules con un jugador menos. Los números no lo son todo en el fútbol, el deporte más mediático en este país. Las impresiones también cuentan, y mucho, hasta el punto de que puede cambiar las cifras.
En este sentido, dirigentes y técnicos deben manejar las sensaciones tanto como las cuentas y las estrategias, para evitar frustraciones.
La exigencia a un equipo es buena. El exceso de exigencia, malísima. Es una realidad que en el balompié de hoy las motivaciones y las estimulaciones en el vestuario valen tanto como la preparación física. El jugador, infantil por naturaleza, se deja tutelar como nunca. En este sentido, no ayuda nada que Álvaro Cervera diga públicamente: “No somos buenos a balón parado”. Su sinceridad, que parte de lo obvio, se agradece, pero qué le puede pasar por la cabeza a los albiazules cuando vayan a defender un córner o una falta en Alcorcón.
Óscar Wilde decía que contaba sus defectos, en lugar de ovejas, para dormir. A los futbolistas del siglo XXI hay que decirles que son muy buenos, incluso aunque no lo sean, antes de hacerles pensar en sus defectos. Cervera ya dijo hace meses que su equipo era perdedor y que cambiaría, si pudiera, a los 25 integrantes de su plantilla. Seguro que en su contexto y con sus matices estas aseveraciones tienen su base, pero son una bomba de relojería en un grupo que necesita del cariño constante porque el resto de primeras necesidades ya la tiene cubiertas.