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Jiménez, Álvarez, Manzano, Marcelino...


El Sevilla, para bien, se ha instalado en la elite de la Liga. En este siglo XXI es uno de los equipos punteros de la Liga y en las últimas campañas su clasificación da fe de ello: un tercer puesto, dos cuartos puestos, otros dos quintos, un sexto... Es europeo por sistema y, marchen como marchen las cosas, siempre está arriba y compite por las plazas privilegiadas. Conviene preguntarse por las cuotas de responsabilidad de este éxito. Seguramente será un poco de todo, de los jugadores de alto nivel, de los responsables de sus fichajes, de la exigencia de los rectores y hasta de los entrenadores que dirigen las plantillas.
 
Pero, ciertamente, y teniendo en cuenta los últimos años del Sevilla, de la era posterior a Juande Ramos, los resultados están comenzado a demostrar que quizás sean las plantillas, los jugadores y su nivel, los verdaderos responsables de la instalación en la elite del equipo.
Viene esta reflexión a colación por el análisis de la temporada que está completando el Sevilla de Marcelino. Actualmente es quinto, algo alejado del cuarto pero a una diferencia asequible aún, aunque parece sin embargo inferior al Valencia, tercer clasificado. Quizás, el plantel del Sevilla, con sus jugadores estelares, sea el quinto mejor de la Liga, o al menos se mueve en ese margen entre el tercer puesto y el sexto. En un año excelente, con un valor añadido desde el banquillo, el Sevilla podrá quedar tercero y hacer un gran papel en la Copa del Rey o en la Copa de la UEFA. Veremos si lo logra Marcelino, en Europa desde luego ya no. Y quizás en un año desastroso, de debacle, con un técnico cuya labor sea tan pobre que empeore la plantilla, a lo mejor el Sevilla baje su listón e incluso se quede fuera de Europa antes de la previa.
Así pues, a día de hoy, Marcelino no ha demostrado más por el momento que Gregorio Manzano, ni siquiera que Antonio Álvarez. Tiene tiempo para hacerlo, desde luego. De los últimos años, el listón más alto, evidentemente, es el de Juande Ramos, quizás seguido por Joaquín Caparrós, que exprimió de lo lindo a planteles de inferior calidad, y luego la tónica gris (con algún destello de brillantez, como el tercer puesto de Jiménez y la Copa al alimón con Álvarez) desde el banco ha sido la general. Pocos pluses añadidos, algunos fiascos y una horquilla de máximo y mínimos bastante limitada en la Liga, por fortuna para el Sevilla.
 
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