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Mel, de bombero a pirómano


Posiblemente Pepe Mel, entrenador del Real Betis, tenga parte de razón, o mucha razón en sus críticas a sus jugadores tras el partido del pasado martes ante el Córdoba, de la Copa del Rey. Cualquier bético que viera el partido, cualquier telespectador, pudo comprobar que los jugadores verdiblancos no se empleaban como debían en el partido, sobre todo en la primera parte.
Pero Pepe Mel, como entrenador del Betis, no puede caer ni dejarse vencer por las mismas sensaciones que los aficionados que ven el partido. Como entrenador del Betis no puede dejarse llevar por un calentón y despotricar sobre sus futbolistas. Tiene ese defecto Mel, entre otros y entre muchas virtudes, pero ese defecto lo tiene. No mide, no contemporiza, no tiene mesura en ciertos momentos. Y dejarse llevar por los calentones, en un entrenador de fútbol, es un defecto. Un defecto que conduce a crear problemas donde no los hay.
Porque además no es la primera vez. Ya la pasada temporada arremetió contra Goitia por algún fallo suyo en la portería, ni siquiera se salvó Rafael Gordillo, cuando era presidente, cuando Mel, tras el partido en Ponferrada, lo dejó en una situación un tanto incómoda reclamando que diera un golpe en la mesa de la Federación. No mide Mel.
Ahora, además, es un calentón que puede traer consecuencias. Si lo ha hecho intencionadamente o no, solo Mel lo sabrá, pero la consecuencia inmediata es que sus palabras no han sentado nada bien en el vestuario, y ahí están las palabras de Jorge Molina para refrendarlo. Ha sido torpe Mel, porque la bronca, que la hubo, en privado, quizás no deba pasar de ahí, del ámbito privado, por la salud del vestuario.
Además, ha cogido igualmente una fea costumbre Mel tras los partidos, atacar a los elementos, achacar a la suerte, al árbitro, a la fortuna los resultados cuando son malos, y ahora al mal hacer de sus futbolistas. ¿Para cuándo una autocrítica?
 
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