No hay debate legal posible. José María del Nido ha sido condenado a siete años y medio de prisión y a 15 de inhabilitación (al parecer interpretable), y esa misma justicia que lo ha condenado permite su recurso y permite dejar en suspenso esa condena hasta que sea firme. A su vez, dejando en suspenso su condena, esa misma justicia le permite seguir ejerciendo sus diferentes labores de forma momentánea al menos, y entre ellas está la de ocupar la presidencia del Sevilla.
Tampoco el club, atendiendo a las mismas palabras de su vicepresidente, José Castro, tiene abierto debate alguno. Hasta que no haya sentencia firme el consejo de administración ha mostrado su total apoyo y respaldo al dirigente nervionense. Si sus estatutos no lo impiden, José María del Nido podría seguir siendo presidente del Sevilla y de forma totalmente legítima. Porque tampoco parece que los principales accionistas del Sevilla, de los que también forma parte el mismo Del Nido, vayan a dar el paso de presionar al actual dirigente, sobre todo cuando no hay alternativa a la vista hoy día. Luego está a la afición. Tendrá que pronunciarse, el partido del San Roque será una primera prueba. Pero el grueso de ambos colectivos, a bote pronto, está con Del Nido.
Así pues, el último cabo que queda por abordar en este asunto es el aspecto ético. Y en la ética del comportamiento será el mismo José María del Nido el que tendrá que decidir si sigue al frente del club nervionense. Del Nido se siente inocente, eso está claro, y defenderá su inocencia hasta donde le permita la justicia. Pero al mismo tiempo la imagen de Del Nido, ya condenado, puede afectar indiscutiblemente a la del Sevilla, es evidente.
El caso es qué le haría bien o qué le haría daño al Sevilla en estos momentos. Si lo bueno es seguir o echarse a un lado. Quizás, como en tantos casos, lo inteligente sea buscar el punto medio. Dejar de inmediato la presidencia quizás fuera precipitado para el club, quizás podría ser hasta nocivo. Pero, asimismo, su permanencia sin más, obviando las circunstancias reales y su condena, podría dañar igualmente a la entidad a medio plazo.
José María del Nido, decida lo que decida, debe preparar al menos un 'plan B' para la planta noble del Ramón Sánchez Pizjuán. Y los principales accionistas también deberían hacerlo. Es lo que exige la prudencia y la lógica. Que el Sevilla empiece desde ya a imaginarse sin Del Nido.
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