Es Noticia

Mirando a Miranda

Por Juanma Garrido Anes
Estadio Deportivo

Confieso que cada vez que escucho la insípida cantinela de que la Copa es un torneo menor, de que no interesa para nada a los equipos humildes, que eso de ir gastando energías pasando de ronda es absurdo y que sólo acarrea problemas para los cuadros pequeños ante la escasa profundidad de banquillo… Digo que cada vez que llegan a mis oídos esos argumentos, que tienen el mismo peso que la credibilidad artística de Leticia Sabater, no sé si despotricar hasta la extenuación o reírme del listo de turno que proclama tal cantinela. Últimamente tiro por la opción final, pero lo cierto es que ese argumento se merece más de un adjetivo. 
Me pueden llamar ventajista por hablar de esta cuestión precisamente la semana en la que España entera ha vivido y convivido con el sueño del Mirandés; en fin, cuando la noticia de estos días ha sido la gesta del cuadro burgalés no voy a ponerme a discernir sobre el proceso de dilatación de las pupilas del camaleón rojo, vamos, creo yo. El caso es que por muchas vueltas que le doy, no veo otra explicación: hay que ser necio, muy necio, para tirar por la borda y conscientemente la oportunidad que ese torneo le da, sobre todo, a los conjuntos más pequeños. La prueba de la ilusión que puede llegar a generar es bien conocida por estas tierras (lo vivido en Elche fue, pese a las zancadillas oficiales y extraoficiales, quizás lo mejor que le ha pasado nunca a esta sufrida afición), y lo que significó para el Numancia en 1996 o para el propio Mirandés este curso es más que evidente. Las localidades que acunan a esos equipos acaparan portadas, reportajes, informativos y noticias en la red hasta saturar al país entero; los jugadores suelen pasar de desconocidos a héroes eternos con la consiguiente revalorización deportiva de sus carreras; y los clubes aumentan el cariño entre sus vecinos más cercanos, entre los más lejanos y, además, ganan respeto y prestigio, con lo difícil que es conseguir eso hoy día con tanto localismo fanático.
Si fuera dirigente de un club -no entra en mis aspiraciones, ni siquiera me llama la atención el Comunio-, cesaría fulminantemente al entrenador de turno que pusiera a los suplentes en una ronda de Copa; y si fuera un jugador el que públicamente le restara importancia a esa competición, la multa no sería pequeña. ¿Cómo puede ser secundaria la oportunidad de medirse a un ‘grande’ y que la visita solucione medio presupuesto anual gracias a la taquilla? ¿Cómo puede un técnico soltar sin rubor que lo que interesa sólo es la liga y despreciar una competición tan bonita? ¿Cómo se mira a la cara a los espectadores que van a un partido copero gastándose aún más pasta para animar a los suyos si una derrota es hasta bien recibida en la casa? Lo malo es que cuando en el pueblo (con ayuda mediática, claro) se instala una afirmación como esa, la de la supuesta inutilidad de la Copa, es casi misión imposible borrarla del hábito de cada día. Es como cuando se cacareaba, porque a algunos no les convenía, que un ascenso a Primera del Decano podría ser contraproducente para la entidad… Esos son los mismos que afirman con todo el arte y categóricamente que llegar al quinto partido de un play off de baloncesto está pactado de antemano. ¡Mira que son listos! Pero esa es la penitencia que hay que aguantar por creerse a pie juntillas al que un día arregla el cable de un ordenador y se considera Steve Jobs o a quien sabe rellenar un formulario sanitario y se cree Severo Ochoa. No hay más lumbreras porque ya no caben en el censo. Al menos en Miranda de Ebro seguro que piensan igual que yo.

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