Por Juanma Garrido Anes
(Estadio Deportivo)
Toparse con un sapo tuneado cantado un fandango sí que es sorprendente; o aparcar en el centro de cualquier ciudad y que no te tiemblen los bolsillos por el regalito de la ORA; incluso elaborar la declaración de la renta y que ésta no te dé un buen susto: eso sí que es llamativo. Pero lo de que haya gente que a estas alturas de la película se le revienten los ojos por su asombro ante las cosas extrañas que suceden cada final de liga… Vamos, vamos, vamos.
Hay varios aspectos que apuntillar: primero, que esos elementos extraños y decisivos no suelen ser exclusivos de la última jornada ni siquiera únicamente del tramo final del curso, sino que se suelen gestar cuando el pescado se empieza a subastar. Segundo, que aquellos que se tiran de los pelos porque aseguran que este terrible juego sucio es sólo un fiel reflejo de la “asquerosa sociedad actual”… Bien, a estos les aconsejaría que se tomaran un café en cualquier peña de veteranos de un equipo, al azar, y que se limite a escuchar lo que por allí se cuenta. Sin tener que indagar, las historietas de favores, agravios y desagravios aparecen solas y se remontan hasta la prehistoria del balompié. Y, por último, a los que se atreven a mirar con desprecio por presunta falta de ética a los supuestos equipos pequeños que se juegan el descenso a una carta les invito yo a que repasen acontecimientos sucedidos en competiciones tan ‘poco’ importantes como la Copa de Europa del 61, en Mundiales como el del Argentina de 1978, o que busquen en la guía el número de teléfono de, por ejemplo, Luis Milla, y ya de camino y le pregunten “por lo de Tenerife”, así, sin más. Quizás eliminen algún prejuicio.
El que tenga pruebas de amaños que no sea cobarde y las presente, por supuesto. ¿Que si yo las tengo? No, qué va, ojalá las tuviera, pero no poseo ninguna. Mi única prueba es la imagen almacenada en mi cerebro de esa sonrisilla vergonzosa de algún ex jugador que confirma las sospechas cuando agacha la cabeza al preguntarle por tal o cual sorprendente partido repleto de acciones curiosas. Porque el que firma, que lleva unos pocos añitos en esto, ha visto desde cómo se ‘abrían las aguas defensivas’ rivales cual milagro bíblico para que un pequeño diablo marcara dos tantos espectaculares y definitivos en el camino de un tremendo alegrón, al igual que estos ojos que se comerán un día los gusanos presenció una bronca extrema entre compañeros por la relajación repentina de la tensión deportiva de un defensa que, ¡oh, curiosidad!, vestiría al año siguiente la elástica del equipo al que beneficiaban sus ‘incomprensibles’ errores.
Así que eso de hacerse el sorprendido o el indignado de cara a la galería, ahora que eso está muy de moda, lo justo, amigo, que hasta el más lelo ha montado un reloj y bien que se lo ha callado mientras lo construía. Lo que debería indignarnos de verdad es que en España nunca –o casi casi casi nunca- pasa absolutamente nada por mucho que salgan grabaciones e imágenes reconociendo amaños, compras de jugadores y hasta evidencias impepinables de tongo. Pero bueno, viendo quienes están al mando del cotarro ya da pereza hasta enfadarse. ¡Si incluso Italia nos ha adelantado por la derecha con sanciones ejemplares a Juventus o Milán!... A algunos se les debería caer la cara de vergüenza. El caso es que tienen mucha más cara que vergüenza, claro. Pues nada, a seguir con cara de poker y a seguir comiendo perdices; envenenadas, pero perdices.