Dios, el amor a unos colores y el dinero
Que nadie se extrañe, por favor. En el mundo del fútbol hay pocos, poquísimos 'rara avis' que de verdad intreriorizan unos colores de un equipo, que de verdad son fieles a un sentimiento por encima de todo y que de verdad son sinceros cuando hablan de sí mismos.
"Jugar en el Betis es un regalo de Dios". Estas palabras las pronunció Iriney el pasado 16 de abril, cuando aún no sabía dónde jugaría la temporada siguiente. Realmente, meter a Dios en el fútbol y en estas cosas sobra y es innecesario, hasta grosero, pero parece que cuando se trata de fútbol todo vale. El del brasileño, gran profesional del fútbol, que ofrece rendimiento allá donde va, es un caso más, uno de tantos, de futbolistas que como buenos profesionales, como todo buen hijo de vecino, prosiguen su carrera en pos de una mejora económica. Faltaría más. Hasta ahí todo correcto. Pasó con el brasileño, pasó en su día con 'José Maris', 'Sukeres', 'Sergios Ramos', 'Gordillos', 'Cuéllares' en el los dos equipos de la ciudad. Y hay que asumirlo con toda la naturalidad del mundo y no demonizar por demonizar.
Pero lo que tampoco es de recibo es que los profesionales del balompié vayan diciendo paparruchadas a cada momento y en cada lugar. Que si es un regalo de Dios jugar aquí o allá, que si soy del tal equipo desde 'chiquitito', que si tal, que si cual.
Vamos ponerle un poco de coherencia a esto y a dejar de asumir tonterías de tal calibre que lo único que provocan es estupor en las neuronas de los aficionados al fútbol, a los que se empeñan los profesionales de esto en tomar por tontos.