El Sevilla ha comenzado la Liga transmitiendo buenas sensaciones, todas ellas reunidas en el cóctel explosivo y revitalizante de la victoria ante el Real Madrid. Magníficas sensaciones si cabe refrendadas con buenos resultados.
Transcurridas cuatro jornadas el conjunto de Míchel acumula dos victorias, en casa, y dos empates, a domicilio. Son buenos números, buenos datos. Pero que por sí mismos fueron capaces de alcanzar, por ejemplo, Antonio Álvarez y Marcelino, los dos últimos entrenadores que dirigieron al equipo hispalense al comienzo de las dos últimas temporadas y que calcaron en puntos, en victorias y en empates el inicio del actual Sevilla. Aquellos proyectos se frustraron poco después, fueron proyectos, ideas de equipo que se fueron diluyendo como azucarillos con el paso de los partidos, con el paso de las semanas, en el caso de Álvarez al poco tiempo de hecho.
Quiere esto decir que buenos inicios, repletos de ilusión, pueden desinflarse si el proyecto no es férreo, si no es fiable.
Pero da la sensación, y la sensación es mucho, porque es algo de lo que carecían los dos anteriores proyectos, ya torpedeados por las eliminaciones en sendas previas europeas, que este Sevilla de Míchel tiene algo más que los anteriores. Aún quedan dudas, y el que firma estas líneas no las tiene todas despejadas, sobre todo por la reacción del plantel ante las adversidades y los inconvenientes, pero igualmente cabe admitir que el conjunto de Míchel anima a creer, anima a tener fe en él.
Y la fe, la confianza, con las reservas que aconsejan solo cuatro jornadas de la Liga, se basa en un detalle preponderante sobre el resto. Míchel se los ha ganado, los tiene en el bolsillo, por el momento, ha hecho su grupo y todo apunta en una misma dirección. Los hechos son los evidentes, el compromiso de los jugadores en el campo, la idea de juego que el madrileño quiere trasladar plasmada por sus futbolistas, la intensidad aplicada al césped, la competencia, los resultados... Y los que no son tan evidentes y subyacen en toda plantilla: la satisfacción de algunos que parecían olvidados, la inyección de moral del regreso de Maduro, la buena relación que parece fraguarse en el vestuario de forma paralela al día a día, y la experiencia de conocer el destino de la desunión.
Este equipo y esta plantilla tienen todavía que superar escalones y retos, tienen todavía que dar varios pasos adelante y desterrar en el olvido algunos vicios en el campo y fuera de él que lo conducirán al éxito o al fracaso, pero, por el momento, ofrece argumentos y futbolistas en los que creer. Con tan solo cuatro jornadas, es bastante.
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