No está mal que José María del Nido quiera que su estadio recobre la vida, no está mal que José María del Nido intente llegar a acuerdos con sus aficionados, no está mal que José María del Nido quiera calma alrededor de su equipo, ni está mal que el Sevilla reciba el apoyo de los suyos en la grada en un partido como el derbi.
No, nada de eso está mal, ni mucho menos. Es lícito, lógico y hasta legítimo para el presidente de un club.
Lo que a lo mejor no está tan bien es que José María del Nido, como presidente del Sevilla, emprendiera una batalla que no iba a consumar hasta el final, que no iba a llevar hasta sus últimos términos y que no estaba dispuesto a soportar.
Las medidas contra los radicales sevillistas, contra los violentos, a los que apoyan una mayoría de los Biris, eran igual de buenas, o malas, en septiembre o antes del derbi, de eso no hay duda. Si eran necesarias entonces para paliar la violencia en el gol norte del Pizjuán, lo siguen siendo hoy. Esas medidas han erradicado muchas cosas de esa zona del estadio sevillista, pero principalmente la violencia. Y precisamente esas medidas son causa directa de que no haya habido atisbo de violencia hasta ahora.
Sin embargo, los Biris, como grupo de animación sevillista, han demostrado su poder, no ya en el mismo estadio, sino en el consejo de administración mismo. Han llevado a los mismos consejeros dispuestos a no dar "ni un paso atrás", "ni ahora ni dentro de 20 años", a relajar y suavizar las medidas que incomodaban a los aficionados más radicales del Sevilla.
Si la situación en la grada no era buena, ni positiva para el equipo, debía haberlo previsto el club, sus dirigentes, antes de iniciar una pelea loable contra los violentos, loable en su inicio y lo habría sido en su término. Pero si esta batalla no ha llegado al final, realmente no ha existido tal batalla, realmente no se ha combatido nada, al contrario, se ha reforzado la posición de un grupo de aficionados que, en palabras de los dirigentes sevillistas, hacían un gran mal al club.
La postura del Sevilla de dar un paso atrás ante los Biris es del todo inconsecuente. Puede que coherente con el momento actual, pero del todo perjudicial para el club a largo plazo. Derbis habrá miles, montones. Pero oportunidades como las que ha tenido, por iniciativa propia, el presidente del Sevilla para eliminar y echar a los violentos del Sánchez Pizjuán no hay tantas. De hecho, ya habrán bastantes pocas. A partir de ahora, Del Nido difícilmente tendrá fuerza ante unos violentos que han visto que tienen cuota de poder y difícilmente tendrá credibilidad para arrancar una campaña como la emprendida el pasado verano.
En cuanto a los Biris y su postura, poca novedad. Reman por donde sopla el viento. El Del Nido al que apoyaban hace meses era un delincuente desde el verano, y no sería de extrañar que de nuevo su condición sufriera otro giro de 180º para estos seguidores. Los Biris han ejecutado y llevado a término sus medidas sin importar la repercusión que tendrían en el propio Sevilla. Se arriman al poder cuando claudica ante ellos y se aleja cuando les exige. Han demostrado que velan por unos colores, el blanco y el rojo, que coinciden con los del Sevilla, pero solo eso, coinciden. En realidad, no son los del Sevilla, son los de los Biris.
En este duelo todos han luchado en nombre del Sevilla y todos lo han perjudicado. El que ha perdido en todo esto es, precisamente, el Sevilla.
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