La Platea de Juanma G. Anes
(Huelva Información)
El cuerpo pide hablar de la necesidad de implorar al cielo para que alguien explique los motivos del enésimo partido nefasto en dos meses horribles, de la pérdida de inspiración en el campo y en el banquillo -no sé cuál de las dos es más preocupante- o de otro árbitro que nos burrea por mucha representación del Decano en no sé qué organismo del tebeo. Incluso sería cuestión de analizar por qué Cabrero toca más balones con los pies que Dimas en esa vuelta al dichoso sistema que prima el toque hacia la nada... Pero no se puede hablar de lo de Córdoba sin citarlos a ellos.
Da igual que vayan 100 o 3.000, viajen a Vigo, Madrid o a Guadix: lo de esta afición, a la que tanto vilipendian algunos (incluso desde dentro), es para quitarse el sombrero. No será la más ruidosa, la más numerosa ni tan exagerada como la de otras plazas, pero a agradecida y a clase no le gana nadie le pese a quien le pese, y no se cansa de dar muestras de eso año sí y año también.
El comportamiento de los recreativistas una hora después del pitido final en el Nuevo Arcángel es para enmarcar, un oportunísimo chute de moral vital para encarar la que se avecina. Quizás finalmente se pueda luchar a corazón abierto por el ascenso, pero a los fieles de siempre eso les da tan igual como el nombre del presidente que haya, del goleador de turno o del entrenador que toque en suerte cada año: lo que demuestra siempre esta gente es querer al escudo como nadie por encima de todo y de todos. Los jugadores lo saben de sobra y ya se han rendido a ellos formando una bonita conexión que sería conveniente no romper jamás. A ver si otros toman nota de ello, que buena falta hace. Ellos responden cuando se les necesita. Por eso hay que cuidarlos tanto.