La Platea de Juanma G. Anes
(Huelva Información)
Esta vez ha sido en nuestra provincia pero puede ocurrir, cada fin de semana, en cualquier lugar de España: el episodio de la pelea entre niños y familiares por un mísero partido de cantera es tan vergonzoso como alarmante. Por fortuna, no son mayoría este tipo de vomitivos incidentes, pero tampoco nadie se puede echar las manos a la cabeza porque en todos lados hay mucho más jaleo del que debería. Una cosa es una rencilla puntual por un partido caliente –que las ha habido, las hay y las habrá por los siglos de los siglos- y otra montar una guerra civil por una falta aquí o un título de campeón alevín allá.
Posiblemente será cuestión de que la Federación/Delegación de cada deporte –ojo, esos hechos no sólo pasan en fútbol, que nadie se engañe- sancione de manera ejemplar a los implicados, de que los clubes tomen de verdad cartas en el asunto y de que los entrenadores metan en cintura –y castiguen- a los jugadores protagonistas, pero como los niños no vengan educaditos de casa, apaga y vámonos. Porque algunos padres deberían hacérselo mirar: si consienten que el entrenador de su hijo sólo persiga el ganar a toda costa, aun siendo benjamines, malo; si permiten que el entrenador insulte o menosprecie en cada partido –y sin descanso- al árbitro o al rival de turno, peor; aunque claro, si hay quienes se mueren porque su hijo se parezca a no sé qué estrellita haciéndole tal peinado en lugar de potenciar que imite el cuidado alimenticio, trabajo físico y esfuerzo de los profesionales… pues es evidente dónde está la raíz del problema.
Mucho acomplejado que de joven se creía Arconada, y que no llegó a defender ni la portería del equipo de su clase en el recreo, se muere ahora porque su vástago fiche por el Barcelona y juegue en Primera o en la ACB cuando tenga 16 años, con contrato millonario bajo el brazo, claro. Dejen a los niños tranquilos, narices, que como esto siga así pronto habrá broncas hasta en los torneos de ajedrez. A este paso, fijo.