La Platea de Juanma G. Anes
(Huelva Información)
Entiendo y comparto muchas de las críticas –las puramente deportivas y que se realizan con respeto- que está recibiendo Oltra en las últimas fechas. Que el que escribe estas líneas (y otros muchos) consideremos al actual entrenador del Decano bastante mejor preparador que el que tuvimos el pasado curso no quiere decir que, al menos yo, me parapete en lo que hacen algunos, promover el sectarismo, eso de ‘conmigo o contra mí’. Preferir a uno sobre otro no implica obviar la realidad. Se trata de ser coherente, simplemente eso.
Ante la nefasta rachita del equipo yo también apostaría más por Mesa, que seguro que no será el salvador pero que no tiene pinta de hacerlo peor de lo que últimamente le sale al pobre Joselu (lo de Braulio ni lo comento); también me gustaría ver más a Manu Molina y a Nana, Dani o incluso buscar un milagro con algún delantero del B por si suena la flauta. Y un cambio radical del sistema tampoco vendría mal, quién sabe. Dicho esto, entre Barjuán y el actual entrenador albiazul veo bastantes diferencias: recordemos que el ex del Barcelona prefería a Ruyman sobre Menosse, a Gallegos antes que a Ezequiel, a Brozek sobre Berrocal, nos vendió al tal Puigdollers como si fuera el nuevo Milla –Zambrano no lo hizo peor el año anterior-, que un día se sintió Guardiola al poner a Fernando Vega de media punta… Barjuán presumió hace poco de 4 partidos realmente buenos en dos temporadas completas. De los otros 40, soporíferos y casi denunciables, no se le ocurrió decir ni mú, claro.
Aunque el entorno ya era complicado el pasado curso y el anterior, no llega al extremo en el que está inmerso Oltra que, por cierto, hasta el momento no cabrea más a la afición con cada palabra que suelta, algo bastante importante en los tiempos que corren. Y, por si a alguno se le olvida, el valenciano no ha sido sumiso desde el primer día con el club y sus comprobados equivocados mensajes respecto a los objetivos. Vamos, igualito que Sergi, que sólo alzó algo la voz cuando esta ya no era su casa. Al César lo que es del César.