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Querido mejicano:



La Platea de Juanma G. Anes
(Huelva Información)

 
Si no fuera porque no tiene ni pizca de gracia, la situación da para montar una película que ni Steven Spielberg: el empresario que ponía pasta sin saber dónde ni cómo se administraba, el socio que se disfrazaba de Quijote y que veía gigantes donde sólo había molinos, aquél mago que juraba poseer la poción mágica para espantar los demonios y que, desde hace 3 semanas, se ha quedado sin lengua… Hollywood pilla este argumento y hace una 'tv movie' que ríete tú de ‘Los Soprano’.
Los que más sufren esta situación no paran de preguntarse, con razón, por qué Huelva no lo pone ya todo ante el carácter moribundo de su Decano, al que sólo puede salvar, como se sabe desde hace meses, una transfusión multimillonaria. Y ésta o se produce hoy, mañana... o pasado mañana... o no habrá medicina que valga. Todo lo que no sea así será distraernos hasta que llegue el coma irreversible de una seña de identidad de la ciudad y de la provincia, que manda narices que una seña de identidad de la ciudad y de la provincia esté en peligro de muerte: es que somos dignos de estudio. Está también lo del Trust, tan elogiable como difícil; no es que su enemigo sea la brutal cantidad que deben reunir, es que lo que aprieta hasta ahogarnos, porque nos ahoga a todos, es el tiempo.
Así que, querido jefe, o director, o consejero delegado o quien quiera que sea el que mande en ese supuesto 'grupo hispano-mejicano': si lo tiene en su mano, no sea malo, no nos haga sufrir más. Este club ha sobrevivido, a lo largo de toda su historia, a decenas de situaciones difíciles y, milagrosamente, ha salido adelante. Necesitamos ahora el mayor de los milagros. Es verdad que no encontrará aquí a la hinchada más numerosa, ni  a la más laureada y ni siquiera a la más ruidosa del país, pero sí podrá ver a unas cuantas miles de personas cuyo cariño por su pionero equipo y por su escudo, posiblemente, no pueda ser igualado por ninguna otra. Y ese cariño, como pasó otras veces, puede mover montañas. Quién sabe: igual hasta les merece la pena intentarlo.

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