Comenzamos una nueva andadura. Siempre, tomaremos papel y pluma desde la humilde perspectiva del aporte y enfoque a un futuro aprendizaje de los temas que abordaremos en este presente curso. Así y en homenaje a nuestra pasada vinculación con una modalidad deportiva en auge, nuestros primeros renglones. Muchos son los padres que día a día luchan para obtener como gratificante resultado una sonrisa en las caras de sus hijas, dando facilidades para que puedan practicar aquello que les apasiona, jugar al fútbol.
Mientras en España triunfa el deporte de élite con claros ejemplos como la selección femenina de baloncesto o selección femenina de fútbol, miles de escolares dan sus primeros pasos en un mundo atractivo con un detonador clave en sus progresos deportivos: sus padres.
En este complicado aspecto y contenido caben diferenciar dos vertientes totalmente distintas, lo fácil y erróneo sería generalizar. En primer lugar, una de ellas muy negativa, padres que con sus acciones hacen restar considerablemente en el progreso deportivo-educativo de sus descendientes. Sin embargo, en la otra faceta y para alegría del entrenador-educador destacamos una vertiente muy positiva y sobre todo, muy poco valorada. Padres que no buscan resultados, desean bienestar.
Centramos en la competitiva sociedad donde está sumergido este sector y haciendo reseña al deporte en competición, analizamos como ciertos valores y correctos modelos de conductas pasan a un segundo plano, pasamos de lo blanco al negro. Y así lo argumentamos.
Cada vez más a menudo y como deseo a modificar, los estadios de fútbol se convierten en campos de batallas en el que las niñas y sus padres dirimen sus diferencias viendo cómo en algunos encuentros sus padres se enfrentan entre sí o se dirigen al árbitro con violencia o palabras obcecas, las mismas que emplean sus propias hijas que comienzan a imitar las conductas negativas de sus principales modelos a seguir, sus padres. Todo ello, por el objetivo de ganar de cualquier forma.
Desgraciadamente, y centrado en nuestra parcela, hay una tendencia a generalizar. Mencionamos que no todos los padres son iguales, no todos buscan el mismo fin. Y ahora, reflexionemos. ¿Sabemos el esfuerzo que deben hacer algunos padres para que sus hijas puedan jugar a fútbol? ¿Cuánto dinero gastan para ver como resultado una minúscula sonrisa en la cara de sus hijas? ¿Dónde dejamos esos comentarios absurdos y obsoletos que llegan a sus odios porque a sus hijas les gusta practicar el fútbol? ¿Merecen ser generalizados estos padres modelos a seguir?
La sociedad debe reflexionar que generalizar no es bueno. No todos los padres son iguales, ni todos quieren tener en sus casas una “Alex Morgan”. Estos padres citados son aquellos que buscan el bienestar pleno de sus hijas, esa felicidad deseada y encontrada jugando al fútbol y, sobre todo, intentan aportar y ayudar a todos los factores que rodean el progreso de una modalidad deportiva en auge.