Perder para sobrevivir, esa es nuestra maldición. La recresfera se rige por unas leyes diferentes. Con pocos puntos en común con el resto de la biosfera, a la que al parecer pertenecemos. En su interior no son aplicables los silogismos y axiomas que son tan evidentes fuera de ella.
Vista desde fuera, y por tanto bajo el sistema de entendimiento universal, el observador detectará paradojas irresolubles. Nos mirará como a unas Medeas, Ofelias o Alonsos Quijanos. Locos de atar, inexplicables, salvajes, embotados.
Las dos paradojas más visibles desde fuera de la recresfera tienen sus cimientos en la misma idea: En el Recre, la muerte y la vida conviven mezcladas y parecen inmiscibles. El Recre debe perder para sobrevivir. Al Recre lo mismo que lo mata es lo que le puede salvar.
La primera de las paradojas “perder para sobrevivir” tiene su origen en el cataclismo en el que entramos obligados y sin imaginación (todos, incluso el que esto escribe) cuando nos convirtieron en SAD. El fútbol dejó de convertirse en lo importante para el “Nuevo Recre”; pero no para el “Antiguo Recre”, ese que aún pervive troceado en unos cuantos de miles de trozos de los cuales cada uno poseemos uno. El fútbol siguió siendo nuestra razón de ser en las gradas de cemento del antiguo estadio, y en estas más modernas. Centrados en el césped, es difícil que volvamos la cara para ver otros aspectos de un club poliédrico como el nuestro. Otras partes esenciales de la entidad sin las cuales muere. Solo una cosa nos hace distraernos de lo que nos importa, “LA DERROTA”. La derrota nos enciende y nos vuelve seres exigentes; nos libera del yugo del césped; nos retira las orejeras y nos permite mirar a todo el Recre; y entonces descubrimos cosas; vemos el desahucio, y todo a través del filtro negativo de la derrota. Ahora que fuera del césped el club agoniza por la desastrosa gestión de los dueños, solo la derrota nos mantiene con la cabeza alzada para poder ver las miserias de nuestro Decano. Que el equipo pierda nos vuelve exigentes en todos los aspectos y eso es lo que el Recre necesita ahora, una afición exigente, que mire a los dueños y los obligue a cumplir: la rebelión de las masas que tanto temen. Si el equipo gana nos relajamos y volvemos a la mansedumbre, dos victorias y nada ha pasado: ciclotímicos, absurdos. La pregunta que debemos hacernos es ¿cambia en algo la realidad del club por el hecho de que el equipo pierda o gane un fin de semana? No, pero por nuestro comportamiento parecería que sí. La afición, el “Antiguo Recre”, debe olvidarse del fútbol para poder volver a hablar de fútbol en el futuro. Esta peligrosa paradoja de “perder para sobrevivir” debe deshacerse, pero para ello debemos abandonar el estado de constante esquizofrenia en el que nos hemos instalado, ser rigurosos en nuestras opiniones y analizar la realidad del club sin dejarnos manipular. La afición del Decano, el Recre de siempre, romperá el maleficio cuando en la victoria continúe siendo exigente, siga viendo la decadencia y la proximidad de la muerte; entonces nuestro viejo club no necesitará perder para sobrevivir, y habremos iniciado el camino de la poco probable pero ya no imposible salvación del Decano del fútbol español. De nosotros depende.