Remar para morir en la orilla, sí, pero también remar para mejorar, para echar el aliento encima de la élite del pádel mundial. De los cuatro mejores. De los que siempre llegan a semifinales y final. De las estrellas que acaparan los focos. El malagueño Álex Ruiz ha estado muy cerca de concluir la machada en los octavos de final del Keler Euskadi Open. El de Vairo y Elías Estrella perdieron 7-6, 7-6 frente a Juani Mieres y Sanyo Gutiérrez en un partido de infarto que se decantó por detalles. Tocar la cinta y caer para un campo u otro. Rozar la malla y saltar hacia arriba o caer inmediatamente al suelo. El azar acabó jugando este partidazo de octavos.
Ninguno cedió su saque, señal inequívoca de que ambos estaban sólidos y ambos querían arriesgar poco, asegurar la red. La pista lenta invitaba a atacar siempre, pero sin precipitarse. El riesgo de break podía ser definitivo en cada set. Y así sucedió, la bandeja paralela de Álex (aún con dolor en la muñeca), la volea de Elías, los golpes cortados de Sanyo o el revés de Mieres. Los golpes mágicos de cada uno se hacían valer y el partido se alargaba. Los jóvenes estaban dando que hablar. Dejó de ser un día en la oficina para la pareja cuatro del mundo.
Saque a saque, el tie-break del primer set se decantó de Mieres y Gutiérrez. El segundo volvió a la tónica del sufrimiento. Los puntos se repetían, el partido, por momentos, parecía estático. Puntos tensos, similar al anterior, buscando los mismos golpes que el anterior punto para minimizar daños, para asegurar cada tiro. Sin margen para el quiebre, otro tie-break. 1-1, 2-2, 3-3… Punto a punto, bola a bola hasta que el azar jugó su papel. Una verja, una cinta que cae, un mal remate que se convierte en bueno (definitivo, en realidad…). El partido se fue como una pastilla de jabón: parecía en la mano y se resbaló hasta perder la batalla.
“Alguien nos debería haber dado un poco de suerte a nosotros también; fue tremenda la tensión y cómo se resolvieron algunos puntos de los más importantes”, se lamentaba Álex. Con una sonrisa resignada, esa felicidad que te da la perspectiva batida en la rabia contenida de una derrota que podría haber sido una victoria (¡y qué victoria!). Pero no fue. “Jugamos muy bien, hay que quedarse con eso, con que estamos en el camino. Ya solo pensamos en Barcelona”, sentenció Álex, un luchador que siempre intenta quedarse con lo bueno. Ahora, la próxima parada.