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Cádiz y la Escuela de Atenas

Enrique Miranda, junto a Mirian Peralta (Onda Cádiz) en el Gran Teatro Falla.
Enrique Miranda

Siempre me llamaron la atención los griegos. Me refiero a los de la Grecia Clásica, aquellos que inmortalizó en ‘La Escuela de Atenas’ el pintor del Renacimiento Rafael Sanzio. Una obra, por cierto, que ocupa una de las estancias más preciadas de los Museos del Vaticano. Pues eso, ahí cuelga esa pintura, heroica, legendaria, gloriosa. Una muestra, personificada en sus autores, del inmortal legado de conocimiento que representa la base del de la civilización occidental.

Platón y Aristóteles en amena charla, Pitágoras pluma en mano aleccionando a sus alumnos o el mismísimo Alejandro Magno atendiendo la explicación de Sócrates, son algunos de los episodios que conviven en la escena. Una eclosión de cultura reunida en una imagen fruto del imaginario del artista. Algo poco probable, por no decir imposible, pero que siempre me hizo ilusión ver recreada, como si hubiese ocurrido de verdad.
Sin embargo, esta maravillosa estampa nacida en la fantasía del pintor, no es lo que en concreto despierta en mi tanto interés. Lo que realmente me engancha de éstos de la ‘Escuela de Atenas’ es la capacidad que la mayoría de ellos tenían para simultanear una vida dedicada a ganarle terreno al misterio con sus estudios y teorías, con la de feroces guerreros.
Habitantes de una pequeña ciudad, formada por unas cuantas y sinuosas calles, que la posteridad erigió como figuras imprescindibles en la filosofía, el arte o la política. Y que sorprendentemente no tenían ningún problema para llegado el momento, empuñar el arma y lanzarse contra el enemigo en el campo de batalla. Que curioso, me los imagino filosofando por la mañana y a cuchilladas por la tarde. Como algo rutinario, todo normal: el libro y la espada.
Hoy comienza el concurso del Falla e inevitablemente me acuerdo de los de la ‘Escuela de Atenas’. Porque Cádiz, en su casco antiguo y como la capital griega, también está formada por unas cuantas y sinuosas calles. Porque Cádiz, como la clásica Atenas, concentra una cantidad de talento inconmensurable. Porque en Cádiz, como en la cuna de nuestra civilización, unos cuantos habitantes se dedican al arte, al pensamiento y a la poesía por la mañana, y de manera simultánea estas veintitantas noches, se arrojan a la batalla.
Más de dos mil años de evolución dan para mucho. Ahora las espadas y lanzas las forman afinadas voces de hombres y mujeres que a compás de caja y bombo y acompañados de guitarras y bandurrias, clavan el pensamiento de los autores en las conciencias de los espectadores. Encuentran oxígeno en el humor, en la risa, en la ironía… pero incluso en su dimensión más aparentemente frívola, encuentran hueco para introducir el filo.
Eso es lo recuerdo cuando arranca el concurso, y que seguro evocaré veladamente en el momento de iniciar la narración desde el palco 13 de Onda Cádiz televisión junto a Mirian Peralta. Porque en cuanto suene el primer acorde del coro que abre esta noche sesión, seré testigo privilegiado a tan sólo varios metros de distancia del libro y la espada, de Cádiz y la Escuela de Atenas.
ENRIQUE MIRANDA.

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