Cuando la voz de Bablé presenta una agrupación de Martínez Ares, el Teatro entra en una atmósfera especial. Es un momento distinto en Cádiz. Es la hora de ‘El Niño’, del Goku del Carnaval. Y para entender su dimensión no solo hay que oír sus letras, basta con darse cuenta cómo estuvo presente en el repertorio de los cinco grupos que le precedieron. Las expectativas eran altas y, por supuesto, no defraudaron.
Aquellos que un día fueron cobardes afilaron sus colmillos y se presentaron dispuestos a morder, con un tipo y una escenografía para analizar al detalle, pero que desde temprano dejaron ver notables referencias a la Generación del 27. Ocho barracones representan las provincias de Andalucía, la bufona de una España peleada entre sí, la puta de la corte a la que estos perros defienden. Son tópicos de los que despojarse, el camino hasta comprender el misterio andaluz que explica el autor en el primero de los pasodobles a través de términos cofrades. En el segundo, más personal, se habla del momento que tantos aficionados al carnaval jamás querrán que llegue. El del día que el templo deje de aplaudirle igual, el que otros niños hagan lo que él. Para escuchar con detenimiento el popurrí y recrearse en la última cuarteta. Potente, desgarradora y con un mensaje directo: adiós a las cadenas, a las máscaras, al yugo, al manto… Todo procede de un sueño. No es el americano, es el andaluz. Llega de la siesta, pero no de una cualquiera, sino de la más bonita que se pueda imaginar. Aquella en la que el hombre deja atrás las tristes canciones que se oyen de su tierra y rompe con las calumnias vertebrales que se vierten sobre nuestra Comunidad.
No fue lo único a destacar en una sesión que comenzó con el coro de Faly Pastrana, ‘Los chimenea’. Liberando el humo del templo se presentaron los deshollinadores del Teatro que piropearon al tango a través del propio tango y que hicieron honor a su nombre para homenajear a Agustín González “Chimenea”, padre del trabalenguas, en el estribillo. De vellito de punta y emoción para los presentes fue el otro de los recuerdos, el de la chirigota “Los que se meten en toas las conversaciones” a Manolo Cornejo, con un pasodoble que finalizó con su hijo Leo postrando un ramo de flores sobre el lugar en el que don Adolfo dio clases a todos los gaditanos. Y otra mirada al cielo llegó de parte de los astrónomos de la comparsa ‘Las noches de Cádiz’, que reivindicó que los reconocimientos deben llegar en vida y no a título póstumo, como el palco de María la Hierbabuena o el Rincón del Cai al Pillo.
En la pelea por llegar a cuartos de final, aunque no sin dificultades, estará la otra comparsa de la noche, procedente de Ronda para intentar Encantar al Teatro y repetir así la meta del pasado concurso. En chirigota, ‘¡Como te caigas, cobras!’ no lo tienen claro y, con humor y por si acaso, ya pronunciaron un 'apta luego' en una noche que cerró ‘Los que la llevan a hombros’, pero que el punto álgido llegó en la penúltima actuación.