La Esclerosis Múltiple es una enfermedad degenarativa y crónica del sistema nervioso, de origen autoinmune, que afecta al cerebro y a la médula espinal. Los síntomas más habituales de la "enfermedad de las mil caras" son de tipo motor, sensorial o de fatiga y se van consolidando en el cuerpo progresivamente con el devenir de los años.
Pasan los días y estás más cansado, pierdes el equilibrio o vas requiriendo poco a poco un apoyo constante. Aparece, de repente, un obstáculo en el camino, aunque la vida sigue. A Silvia (Barcelona, 1963) le diagnosticaron la enfermedad hace 20 años, pero este fin de semana paseará por primera vez por Sevilla con la clarividencia que proporciona haber rebasado una máxima: "No existen los límites, sólo las limitaciones".
Lo hará con Eric (Barcelona, 1993), su hijo, el mismo que la lleva acompañando toda una vida. Junto a su padre, Rafa, los tres representan una alegoría de la vida con moraleja: la que enseña el día a día, viviendo al ritmo que marca la "jefa" y con la sonrisa por bandera. No importa el mañana, se arrodillan ante el presente y todos aportan grano a grano hasta entender la esencia que deja a su paso su mera existencia: buscar la felicidad hasta en la adversidad.
Por supuesto, no fue fácil pero, ¿qué lo es que merezca la pena? Han aprendido a andar por un camino de espinas hasta pintarlo de verde esperanza. "Cuando me enteré, lo primero que hice fue romper una puerta. Cuando se le diagnosticó la enfermedad tenía 7 años, pero mis padres no me lo contaron hasta los 14. Durante un tiempo me lo ocultaron, pero alguna vez dejaron en Google la palabra Esclerosis Múltiple y uno con la edad ya va siendo más avispado", cuenta Eric, bajo la atenta mirada de Silvia.
Deportista de siempre, jugador de fútbol desde los 3 a los 17 años, el atleta de la familia asegura que el nervio le viene de herencia: "Mi madre no paraba quieta.
El nervio me viene de ella. 'Eric, espabila, que llegas tarde', estar sentada en el sofá... como que no, aquí hay que moverse". Después de años sintiendo el fútbol como un "friki", decidió dejar la pelota de lado, ¿dejar el deporte?
"He hecho de todo: deportes de nieve, tiro con arco, el motor es mi otra gran pasión, pero entonces apareció el atletismo. Al principio no daba un duro por mí en el atletismo. Me metí en el gimnasio porque en fútbol me daban por todos lados. Un día, mi entrenador, mi 'padre deportivo', me invitó a correr con un grupo que él tenía, pero el primer día vomité", ríe Eric, pero al segundo, Silvia añade: "Todavía no sabía lo que le esperaba".
Entre la nostalgia, la ternura y el orgullo, Rafa, que se sabe la película, aguarda en silencio a unos metros a la espera de los créditos. De vez en cuando asiente y casi siempre ríe, entonces uno empieza a comprender que esta historia está más cerca de los Monty Python que de Sólveig Anspach. Un doctorado en carne y hueso que admite el paso de la vida, todo es más bonito con una sonrisa.
"No es que le dé las gracias, pero es el motivo por el que tuve que espabilar para no molestar y empezar a ayudar. Si eres racional y sabes lo que significa tener una madre, pues que menos que estar ahí hasta que no se pueda. Yo quiero enseñar esto porque si estás en una situación parecida puedes hacer algo para que no sea tan duro o intentar llevarlo de la mejor manera", enseña Eric, no queda otra cosa que asentir y callar.
Tras un primer intento fallido, Eric volvió a correr y nunca jamás paró. El gimnasio no era para él, demasiado tranquilo. "Cuando encontré un tono físico decente, dije, 'esto es para mí'. Ahora no puedo estar sin correr y mis mejores amigos los he hecho corriendo", cuenta, seguro de haber tomado la opción correcta.
Entonces empezó todo, origen. El vínculo que le unía a su madre hizo el resto. "Buscando, buscando, encuentras una carrera por la Esclerosis Múltiple en el
circuito de Cataluña y dices... 'Espera, espera'. Entonces se lo digo".
Y, de nuevo, irrumpe Silvia: "Estás loco, yo no puedo moverme, pero por otro lado se juntaron dos emociones. Yo soy de motor, con 20 años estaba federada y corría en Vespa e ir a Montmeló era ir a Montmeló. Si él dice que puede, él me conoce y yo le conozco, si entre el uno y el otro nos apoyamos y lo vemos claro, pues adelante".
Circuito de Cataluña (2016), 10K (2017), Zurich Maratón de Barcelona (2018 y 2019), horas y horas de entreno, hasta que Eric topó con su propio espíritu. "Yo siempre quiero más, más difícil, más duro, más divertido... Hicimos tres horas y 23 minutos, yo me sentía bien en mis carreras individuales y luego están los colegas: 'Tío, ¿te imaginas bajar de las tres horas en una maraton con tu madre?' Y ahí empecé a darle vueltas", recuerda.
Plantear el récord Guinness apareció en su mente y, como lo de correr, nunca jamás se marchó. Silvia siempre tiene la última palabra: "Estoy emocionada, yo le miro y si le veo tranquilo y bien, para delante, pero si le veo nervioso, como cuando jadea en mi nuca cuando llevamos 38 kilómetros... entonces me duele. Y me dice, 'no me digas nada', pero en ese momento es cuando más hay que animar".
2.58:40, ahí está escrito el listón de los sueños. Un reto que atenta contra con la fatiga, un término desconocido en la mente de Eric. "¡Cuidado, silla"!, si escuchan eso, apártense, son Silvia y Eric corriendo por las calles de Sevilla. A toda velocidad, 32 curvas después, 42'195 kilómetros, a ojos de la Giralda, la Torre del Oro o La Maestranza, a la sombra del río Gualdaquivir, siempre espera Rafa. Ánimo, 'jabalí', la meta está más cerca.
Precioso articulo, lo he leído varias veces y me ha encantado la sensibilidad con la que está escrito. Bravo por Eric y Silvia y bravo por el periodista.