“TODAVÍA QUEDAN RESTOS DE HUMEDAD” (VIAJE A LA MONTAÑA PALENTINA)
“IMAGINANDO PALABRAS”. Cuaderno de viajes de Luis María Pérez García (Extractos)
Por eso te fijaste, por eso: porque creías ver lo que nunca viste porque no podías ver, porque no eras nada: ni una obsesión, ni un deseo, ni un proyecto, ni una imagen, ni siquiera una idea. No existía ni Dios, y, sin embargo, el cielo era gris y la nieve caía, y mojaba la tierra y la hierba crecía. Sólo la hierba. No era el tiempo de las flores, ni de los frutos (innecesarios), porque no había un olfato para olerlos ni un paladar para saborearlos. Era el tiempo de una promesa escondida. La promesa de cómo sería…”.
Y así me quedo, como el que a este mundo sólo ha venido a sufrir, a sufrir mientras espera que el mal no dure cien años, ni mucho menos, a que la calma suceda a la tempestad. Sin fuego, sin lágrimas, el dolor se irá solo, o arrastrado por el tiempo, y el calor vendrá sin un fuego de llama, surgirá de dentro, de mis entrañas, haciendo arder la sangre… para que la carne de mis manos se sienta querida”.
Algunas piedras son verdes, de líquenes y musgos; lisas son otras, como lavadas por el río. Desde mi mirada ancha, el río se pierde en una curva hacia la izquierda, y luego en otra a la derecha. Y al comienzo de su zig-zag, del suelo de la ribera aparecen los árboles y proliferan: arboles sin hojas, de ramas chisposas que se agachan hacia las aguas como si fueran palmeras en alabanza.
Del despoje otoñal nos hablan las dos orillas: hojas caídas, hojas marrones, hojas marchitas, sin savia, sin vida… ¡muertas: las hojas más hermosas! De la tierra son el manto y nuestra alfombra. A la tierra son la promesa de que un día el árbol, vencido, se le entregará, muy viejo, tal vez milenario, por completo.
Ella, comparada con la tierra y sus elementos, es demasiado joven, que viva, que siga viviendo, despiértela yo de una vez con un beso, bella que durmió en el claro de un bosque de agua. Cuando el poeta escribió sobre el río, en ella no pensó, lo hizo creyendo que en él no estaba. Sin embargo, aún sin su presencia, lo que Miguel Cuadrado recitó tiene sentido… “…Rumores de purísimas cascadas llenaban, armoniosos, mis oídos; las secuencias de luces y sonidos evocaban imágenes soñadas”
Cómo lo describes me hace verlo muy bello.