El Australian Open, el Master que abre la serie de los más grandes torneos de tenis del año, me ha confirmado una triste sospecha que me andaba rondando desde hace tiempo por la cabeza, y es que el invento ese que la ATP se ha sacado de la manga para agrupar a los más jóvenes tenistas del circuito, bajo la etiqueta de NEXT GEN (Next Generation, para los más despistados), no deja de ser sino otra vulgar chorrada ideada por los magnates del espectáculo, tenístico en este caso, para sacar pasta haciendo que de estos jóvenes “raqueteros”, que aún no se han comido nada, se hable y vendan algo, que de esto se trata siempre.
Ya se sabe que, entonces, lo primero que hay que diseñar para que se hable de algo o de alguien es que ese algo o alguien tenga un nombre y, seguramente, a esos gerifaltes de la ATP, lo de NEXT GEN les habrá parecido una gran ocurrencia pero a mí, que cada día me siento en estas lides más solo que Robinson Crusoe antes de conocer a Viernes, no me ha parecido nada de eso, y en las siguientes líneas trataré de aclarar el motivo de esta honda y penosa decepción.
Kachanov derrotado en 2ª ronda fácilmente por, este sí, rescatado de lo más hondo del infierno de las lesiones, Juan Martín del Potro, Kokinakis, 1ª ronda y k.o, Goffin, 2ª ronda y k.o. contra un Benneteau que ya tiene reservada una cómoda plaza en la residencia de jubilados más próxima a su casa, Raonic, 1º ronda y k.o. contra Lacko, contra ¿quién?, Janowic, aquel chaval (aún no se había inventado esto de la NEXT GEN), que fue finalista del Master de París hace unos años, demasiados años seguramente, y del que, al día de hoy, ni en la agencia EFE se tienen noticias. Y, ¿para qué seguir? ¿Os imagináis al Nadal que ganó con ¡19 años! su primer Roland Garros retirándose en la SF, por una ampollita en el pie?, ¿o al propio Roger? ¡Dios mío! Esta gente era (y continúan siendo, gracias a Dios) de otra pasta. A la ATP no se le hubiera ocurrido colgarles una etiquetita (next gen) ni resumirlos dentro de un nombre. Imposible. Su grandeza les hubiera impedido caber en él. Ni se habría creado un torneo sólo-para-ellos. Su orgullo les habría impedido presentarse. Pero con esta NEXT GEN, que hoy padecemos (¿extrapolamos esto del tenis al conjunto de la sociedad?), todo es muy distinto. El orgullo se trasmuta en ellos en mala leche y rabietas de niños mal criados, la humildad necesaria para crecer y venirse arriba después de las derrotas (que por supuesto tienen que llegar), en una soberbia y altanería que a qué coño obedece, y la irregularidad que, con esos años no puede evitarse, en auténticos e insalvables dientes de sierra, en una desidia e indolencia que tampoco sé muy bien a qué coño vienen, y que a mí, por lo menos, me sacan de mis casillas. Javier Clemente, hablando un día de sus jugadores cuando entrenaba al Athletic Club, y preguntado por los periodistas si tenía algún problema con ellos (con los jugadores), respondió, son jóvenes, tienen salud y tienen dinero: no hay problemas. Más alto quizás pudiera decirse, más claro creo que no, pero esta NEXT GEN parece empeñada en querer llevar la contraria al técnico de Barakaldo. A ellos todo se les tuerce al primer contratiempo. ¿Espíritu de lucha?, ¿qué es eso? Y con estas, los sufridos espectadores, yo, por ejemplo, sentados frente al televisor, no sabemos ya qué hacer y nos confiamos hasta en las Alturas deseando que un día, ¡por fin!, surja de ellos, de su juego, algo que nos emocione y nos levante (para bien, claro) del confortable butacón. Pero está claro que el jueves 26 de enero no fue ese día, y que Chung fue más chungo que nunca. Y que el chiste es fácil, lo sé, pero también sé que estos chavales no se merecen otra cosa, ni menos que me estruje la mollera para componer otra gracieta más afortunada. ¡Ah, y por cierto! La final la ganó Roger, en cinco sets, y con 36 tacos, nada de NEXT GEN: 20º Grand Slam. Y su discurso, después de recoger el trofeo, hizo que se me saltaran las lágrimas. Y no me importa reconocerlo. También lloré la última vez que vi a Woody Allen despedirse de Mariel Hemingway en el final de Manhattan. Son momentos inolvidables, únicos. Y Roger, como dijo el comentarista de Eurosport durante el partido, ya es más que un tenista, es Patrimonio de la Humanidad. Claro que la NEXT GEN nada sabe de todo esto. ¡Lástima! Pero peor para ellos.
Por Toni Garzón Abad, director de cine, ensayista y creativo de publicidad lavueltaylatuerca.blogspot.com