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Apuntes sobre Federer y el Australian Open 2018

Toni Garzón Abad

El Australian Open, el Master que abre la serie de los más grandes torneos de tenis del año, me ha confirmado una triste sospecha que me andaba rondando desde hace tiempo por la cabeza, y es que el invento ese que la ATP se ha sacado de la manga para agrupar a los más jóvenes tenistas del circuito, bajo la etiqueta de NEXT GEN (Next Generation, para los más despistados), no deja de ser sino otra vulgar chorrada ideada por los magnates del espectáculo, tenístico en este caso, para sacar pasta haciendo que de estos jóvenes “raqueteros”, que aún no se han comido nada, se hable y vendan algo, que de esto se trata siempre.

Ya se sabe que, entonces, lo primero que hay que diseñar para que se hable de algo o de alguien es que ese algo o alguien tenga un nombre y, seguramente, a esos gerifaltes de la ATP, lo de NEXT GEN les habrá parecido una gran ocurrencia pero a mí, que cada día me siento en estas lides más solo que Robinson Crusoe antes de conocer a Viernes, no me ha parecido nada de eso, y en las siguientes líneas trataré de aclarar el motivo de esta honda y penosa decepción.
  Porque vamos a ver, ¿qué es, realmente, esto de la NEXT GEN sino una patética realidad que agrupa a una serie de tenistas, ninguno mayor de 24 años, que aún no han ganado nada por lo que merezcan ser recordados por la posteridad y que se pasean por los diferentes torneos dando una de cal y otra de arena, haciéndose poco a poco mayores en edad y en engreimiento (sic)?  El último botón, y que sirva de muestra, la SF que enfrentó en Australia a Roger Federer, con el joven Hyeon Cheng, 21 añitos. Yo me quedé en casa con la esperanza de que, por fin, uno de esos integrantes de la NEXT GEN me quitara el mal sabor de boca que suelen dejarme sus compatriotas de calendario y me ofreciera, por fin, un espectáculo digno o, por lo menos, que justificara haberme tomado un descanso esa mañana lectiva.  Porque el partido prometía. Era una SF de Grand Slam. Se enfrentaban el mítico Roger y Chung que, contra todo o, por lo menos, contra mi pronóstico, había vencido en Milán, en ese primer NEXT GEN Master que se celebró en la ciudad italiana en 2017. (Aventuraría, entre paréntesis y a modo de puntilla cabrona, que, como estos chavales no ganan un p. torneo, la ATP ha tenido que sacarse de la manga, esta vez, un torneo sólo para ellos, en el que únicamente pueden participar next gens y que, así, no se falla porque seguro que uno de ellos gana.  Pero, sin embargo, a Chung había que darle crédito: el Máster de los chavales que lo ganó en noviembre y, durante esta edición del Australian Open, su victoria frente a  Alexander Zverev, el next gen, a priori, más prometedor, aunque falla más que una escopeta de feria, y frente al mismísimo Djokovic que, aunque recién salido de una lesión, no deja de ser uno de los grandes; y éste sí, de verdad.
  Con lo cual, con premeditación, alevosía y mucho ánimo, el jueves 26 a las 9,30 horas, me dispuse a ver el partido. Primer set: media horita, 6-1 para Roger; a Cheng, ni se le ha visto. Tampoco hay noticias de por dónde anda su talento ni su cabeza. Segundo set: 5-2, para Roger, y Chung, en el descanso, se sienta, se descalza y pide ayuda al fisio. El muchacho parece que tiene ampollas en el pie y no puede andar como Dios manda. Dicho y hecho: Chung se levanta, da la mano al juez  de silla y a Roger, y se marcha. Y mi gozo en un pozo. Y el crédito de Chung a cero.  Pero, ¿cuándo, me pregunto, aprenderé? Sí, soy un pobre ingenuo, un pobre romántico que creía que uno de estos chavales me iba a dar, por fin, un escarmiento y convencerme de que estoy equivocado, de que hay que contar con ellos para algo más que para la NEXT LIFE. Aunque no contaba con los pies maltrechos de Chung, ni con las molestas ampollitas… ¡Pero qué coño! ¡Si tiene 21 años, es la SF de un Grand Slam, y contra Roger Federer, el más grande entre los grandes, con todo el mundo, el del tenis y parte del otro, con los ojos puestos en ti! ¡¿Qué más quieres, Chung?! Pero ni por esas. Las molestas ampollitas no le dejan caminar a gusto.  Claro, que así les va a esta NEXT GEN. Demasiadas comodidades en la vida, demasiados piropos antes de tiempo, demasiados “aires” antes de haber ganado nada, demasiado jóvenes, demasiada NEXT GEN. ¿O contamos, o cuento por mi cuenta, las “hazañas” de los chavales durante este Australian Open?  Zverev, 2º ronda y k.o. con rosco en el 5º contra Cheng, y golpeando la raqueta contra la silla al terminar el partido como un crío enfurruñado al que le han quitado los cromos de Messi durante el recreo, el impresentable y mal criado, Nick Kyrgios, que sólo se interesa por jugar bien los partidos que pueden ser portada de la prensa deportiva al día siguiente, Thiem, en octavos y k.o., perdiendo contra Sandgren (no me preguntéis por el color de su pelo) en 5 sets, pero con ¡6-0 y 63 en el 4º y 5º!, Dimitrov, flamante vencedor del Master para mayores pero fundido en cuartos por otro de la Next, Kyle Edmund que caería, ¡cómo no!, en la siguiente ronda contra, éste sí, el notable y a la postre finalista, y no next gen, claro, 29 años, Marin Cilic, en apenas un suspiro.

Kachanov derrotado en 2ª ronda fácilmente por, este sí, rescatado de lo más hondo del infierno de las lesiones, Juan Martín del Potro, Kokinakis, 1ª ronda y k.o, Goffin, 2ª ronda y k.o. contra un Benneteau que ya tiene reservada una cómoda plaza en la residencia de jubilados más próxima a su casa, Raonic, 1º ronda y k.o. contra Lacko, contra ¿quién?, Janowic, aquel chaval (aún no se había inventado esto de la NEXT GEN), que fue finalista del Master de París hace unos años, demasiados años seguramente, y del que, al día de hoy, ni en la agencia EFE se tienen noticias.   Y, ¿para qué seguir? ¿Os imagináis al Nadal que ganó con ¡19 años! su primer Roland Garros retirándose en la SF, por una ampollita en el pie?, ¿o al propio Roger? ¡Dios mío! Esta gente era (y continúan siendo, gracias a Dios) de otra pasta. A la ATP no se le hubiera ocurrido colgarles una etiquetita (next gen) ni resumirlos dentro de un nombre. Imposible. Su grandeza les hubiera impedido caber en él. Ni se habría creado un torneo sólo-para-ellos. Su orgullo les habría impedido presentarse.  Pero con esta NEXT GEN, que hoy padecemos (¿extrapolamos esto del tenis al conjunto de la sociedad?), todo es muy distinto. El orgullo se trasmuta en ellos en mala leche y rabietas de niños mal criados, la humildad necesaria para crecer y venirse arriba después de las derrotas (que por supuesto tienen que llegar), en una soberbia y altanería que a qué coño obedece, y la irregularidad que, con esos años no puede evitarse, en auténticos e insalvables dientes de sierra, en una desidia e indolencia que tampoco sé muy bien a qué coño vienen, y que a mí, por lo menos, me sacan de mis casillas.  Javier Clemente, hablando un día de sus jugadores cuando entrenaba al Athletic Club, y preguntado por los periodistas si tenía algún problema con ellos (con los jugadores), respondió, son jóvenes, tienen salud y tienen dinero: no hay problemas. Más alto quizás pudiera decirse, más claro creo que no, pero esta NEXT GEN parece empeñada en querer llevar la contraria al técnico de Barakaldo. A ellos todo se les tuerce al primer contratiempo. ¿Espíritu de lucha?, ¿qué es eso? Y con estas, los sufridos espectadores, yo, por ejemplo, sentados frente al televisor, no sabemos ya qué hacer y nos confiamos hasta en las Alturas deseando que un día, ¡por fin!, surja de ellos, de su juego, algo que nos emocione y nos levante (para bien, claro) del confortable butacón.  Pero está claro que el jueves 26 de enero no fue ese día, y que  Chung fue más chungo que nunca. Y que el chiste es fácil, lo sé, pero también sé que estos chavales no se merecen otra cosa, ni menos que me estruje la mollera para componer otra gracieta más afortunada.  ¡Ah, y por cierto! La final la ganó Roger, en cinco sets, y con 36 tacos, nada de NEXT GEN: 20º Grand Slam. Y su discurso, después de recoger el trofeo, hizo que se me saltaran las lágrimas. Y no me importa reconocerlo. También lloré la última vez que vi a Woody Allen despedirse de Mariel Hemingway en el final de Manhattan. Son momentos inolvidables, únicos. Y Roger, como dijo el comentarista de Eurosport durante el partido, ya es más que un tenista, es Patrimonio de la Humanidad. Claro que la NEXT GEN nada sabe de todo esto. ¡Lástima! Pero peor para ellos.
Por Toni Garzón Abad, director de cine, ensayista y creativo de publicidad   lavueltaylatuerca.blogspot.com

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