Se llama 'foot-ball', por algo lo inventaron los ingleses. Para ti, insana droga que engancha cual heroína. Que esclaviza. Para mí [para tantos, para tantas], un deporte, un juego, una diversión. Un rito, una ilusión. Un consuelo, una esperanza. Bebida y alimento. Y una religión, sí, por qué no. Encabezada por un Dios que siempre está a mi lado, que nunca me falla.
"Creo en el fútbol / creador de todas las cosas / él me lleva por verdes campos"... Jamás renegaré de él. Soy el más fiel de sus devotos. Estaré siempre a su lado porque sé que él estará conmigo hasta el final de los tiempos.
Tienes que comprenderme. Descolocado como me encuentro en un mundo en el que un supuesto 'dios' ha desaparecido por el gesto mágico de tus manos, no hago otra cosa que asirme a algo que flote y me ayude a flotar.
Ya de pequeño, apenas aprendido a caminar, o quizás antes, lo que más a mano tenía era un balón. Y lo tomé. Luego vi un campo, poca hierba, mucho barro, y lo pisé. Más tarde, adquirida destreza y coordinación, y una pizca de fuerza, jugué con los que juegan, corrí con los que corren, sudé con los que sudan. Y sufrí con los que sufren.
Después, al final de los días gloriosos, consumido el vino y marchitas las rosas, cuando el cuerpo y la mente empezaron su declive, tomé asiento a la derecha del 'Padre'. Para deleitarme. Para recordar. Para vivir en otros cuerpos y en otras mentes la mucha vida que había tenido. Son como yo. Se mueven como yo. Hacen con el balón las cosas que yo hacía, o que siempre soñé hacer y no pude. Y, sobre todo, visten como yo. Los colores que siempre he amado: el amarillo y el negro, el blanco y el rojo.
Que no muera nunca este juego, este invento divino, este soplo de vida. Y que siempre haya un Athletic Club, allá en San Mames. Y un Portugalete, aquí, en La Florida. Para que todo, al tener un sentido, resulte soportable. Pacto contigo, fútbol. Y lo hago estrechando la mano de leones y jarrilleros. Me vínculo a ti de por vida. Con todas las consecuencias. En lo bueno y en lo malo. En la abundancia de Urbano Anda y Marcelo Bielsa... y en la insoportable levedad de estos terribles días.
Post-Scriptum: Fútbol: "¡Sólo tú mitigas mi dolor!