El pasado lunes se emitió el final de la segunda temporada de Angie Tribeca (2016-), comedia de TBS creada por Steve Carell & Nancy Carell que retoma el género paródico de la saga de Loca Academia de Policía (1984-1994) o las producciones “...Como puedas” del trío ZAZ para contar la actividad profesional de una comisaría, en especial los casos que investiga la mujer que da título a la serie, interpretada por Rashida Jones. Los Carell escribieron el piloto y el primero además lo dirigió, pero eligieron a Ira Ungerleider como showrunner para llevar la serie en el día a día. En una curiosa estrategia de programación, TBS ha emitido las dos primeras temporadas de la serie en 2016, la primera en forma de maratón a mediados de enero y la segunda semanalmente desde el 6 de junio hasta el 8 de agosto. 20 episodios en ocho meses para que, con apenas media docena de series, la cadena tenga una programación estable durante todo el año. Curiosidades aparte, la razón de este escrito es evidenciar una pequeña contradicción en la que Angie Tribeca ha acabado cayendo, una que se estima inevitable pero que ha perjudicado a la serie. Hablamos de su progresiva serialización.
Promocionando la primera tanda, Steve Carell bromeó diciendo que el interés suyo y de su mujer era crear una comedia estúpida y entretenida. Diversión inofensiva sin ningún tipo de sentimiento profundo ni pretensiones de trascendencia. El hombre decía la verdad con humor, ya que la primera temporada se movía bastante regida por este mandato, donde cada capítulo era un caso absurdo e hilarante, donde había jugosas estrellas invitadas dispuestas a hacer el tonto y no existía una continuidad más allá de la elemental. Los dos únicos apuntes de serialización parecían parodias de esto, de hecho, con la misteriosa desaparición del prometido de Tribeca y la creciente atracción entre la mujer y su compañero Jay Geills, que propició un cliffhanger con chaleco bomba incluido. Pero llegó la segunda tanda, y la serie se inyectó del virus de la trama serializada, las conexiones sentimentales y, en general, de una pérdida de la eficacia en los gags más puramente tontos. ¿Por qué ha pasado esto?
LA SERIALIZACIÓN COMO EVOLUCIÓN DEL NARRADOR
En una amplia entrevista concedida por Lisa Kudrow a la Academia de la Televisión Americana, concretamente para su sección de Archivo, la actriz y creadora hablaba de su webserie Web Therapy (2008-2014), que entre 2011 y 2015 tuvo adaptación televisiva en Showtime, mezcla de webisodios y material nuevo creado para la cadena. Tras unas primeras temporadas online que consistían en interacciones entre Kudrow y distintos intérpretes (la serie retrata el método de terapia por webcam que una falsa psiquiatra sigue con sus pacientes), donde sólo importaba el encuentro, el paso del tiempo hizo que los webisodios fueran cada vez más largos y empezara a nacer una estructura narrativa, con arcos argumentales y personajes recurrentes. Según Kudrow, era inevitable que como guionistas ella y sus co-creadores Don Ross & Dan Bucatinsky acabaran por dejar de inventarse historias autoconclusivas y quisieran dar un poco de contexto a las acciones del personaje, sin dejar en ningún momento de contar con nuevos y disparatados casos. Simplemente los conectaban con la trama más serializada de la serie.
Quizá sea eso lo que le ha pasado a Ungerleider y su equipo, que no han podido evitar como narradores caer en la tentación de hacer una historia que abarcara toda la temporada. Porque resulta que el prometido de Tribeca, interpretado por James Franco, está vivo y fingió su desaparición para entrar en una misteriosa organización, llamada Global Mayhem, con el fin de impedir que el corrupto alcalde de la ciudad saliera re-elegido. Aunque la mayoría de los capítulos han cubierto diferentes asesinatos, poco a poco la trama seguía volviendo a la empresa y sus planes, con la introducción de otros personajes que estaban implicados en la conspiración y una presencia cada vez menor de lo autoconclusivo, hasta el punto de dedicar las últimas dos entregas a esa historia en exclusiva. Además estaba la trama romántica de los protagonistas, convertida en aburrido triángulo con la inclusión sentimental de la forense que ayuda en los casos.
Que cada episodio dure 20 minutos dificulta bastante un equilibrio entre los chistes estúpidos, juegos de palabras y caídas varias que el humor paródico demanda con las tramas generales, de ahí que la tanda resulte finalmente menos divertida y más aburrida de lo que pretende, aunque imagino que muchos seguidores habrán disfrutado de la nueva variante. Hasta cierto punto se podría argumentar que lo que los guionistas han hecho es parodiar el enfoque serializado, pero no parece que esa haya sido la intención en última instancia. Al que esto suscribe lo que prometían los Carell le parecía, dentro de lo que cabe, innovador y hasta refrescante, y lo echa de menos. La comedia ha demostrado que es mejor cuando más ilógica se pone (el encadenado de disfraces del desenlace, el cameo de Maya Rudolph, el pelo ondeante de Heather Graham). Renovada ya por una tercera temporada y con la trama electoral cerrada, habrá que esperar para ver si Global Mayhem prosigue como el ente villanesco de Angie Tribeca, o si todo era un experimento con fecha de caducidad.