Netflix ha decidido apostar fuerte de cara a la temporada que viene. A la lista de artistas consagrados que trabajan para la plataforma, como Jenji Kohan –Orange is the new black, Glow-, se añade ahora el nombre de Ryan Murphy. El creador de series como Glee, American Crime Story, Scream Queens o American Horror Story deja a un lado su compromiso constante con Fox y FX para intentarlo en este nuevo formato.
Lo cierto es que no se puede evitar sentir curiosidad al ver que Murphy ha fichado por Netflix. Sus series tienen un esquema de escritura muy particular, en las que a la mitad comienzan a resolver los puntos argumentales abriéndose a la trama principal. Esto a veces ayuda a reforzar el tema principal de esa temporada y en otras se convierte en un despropósito. Como pasó con Asylum, en las que las tramas secundarias alimentaban la locura de Lana y nos mostraba su caída, o con Freak Show, donde éstas hicieron perder fuerza al mensaje de Elsa Mars y tener un cierre más bien pobre.
Este esquema de escritura funciona en episodios semanales, jugando muy bien con los cliffhangers y los olvidos propios del espectador de una semana a otra pero, ¿cómo le sentará a una serie suya ser vista de un tirón? ¿Cambiará su manera de escribir para conseguir ese efecto en un binge watching? Obviamente sus series se pueden ver digitalmente del tirón, pero eso es diferente. Él escribe para el espectador tradicional, aunque luego la gente vea sus series de otra manera.
Su nueva serie con Netflix, llamada Ratched, se trata de una precuela de la película Alguien voló sobre el nido del cuco. Contará con su musa, Sarah Paulson, como protagonista. Paulson dará vida a la infame enfermera Ratched, interpretada por Louise Fletcher en la película original.
Si bien Netflx no ha sido nunca de dar voz a autores desconocidos, como algunas plataformas han hecho ya, lo cierto es que no se había mostrado tan ambiciosa a la hora de tener nombres en su nómina. La reputación de sus autores suele ser una baza importante a la hora de vender su contenido original. Series como Orange is the new black, House of Cards o Sense8 basaron parte de su promoción en vender la idea de la genialidad de la persona tras la cámara.
Esta estrategia le ha funcionado más bien que mal, y por ello, tras varios tiros errados con showrunners menos destacados, la plataforma vuelve a lo que mejor sabe hacer. En los últimos meses, la plantilla de Netflix cuenta con varios de los nombres más importantes y destacados del mundo de la televisión y el entretenimiento estadounidenses.
Desde el universo Frank Miller, con todo lo que eso conlleva, a conseguir que Shonda Rhimes abandone ABC y su Shondaland para hacer una serie para ellos. Pasando por tener la exclusividad de los Coen, quienes han preferido trabajar en una serie independiente a pesar de tener Fargo en FX, y a Damien Chazelle con su primera serie original.
Seguridad de que el contenido venderá, más allá de su calidad o no, gracias a la fanbase que tienen estos nombres que harán todo el trabajo de promoción. Seguridad frente a innovación. Al fin y al cabo, aunque nos guste su forma de narrar, todos sabemos qué tipo de historia cuentan y eso puede ser algo negativo a largo plazo.
¿Nos hartaremos de ver las mismas series? ¿Tendrán oportunidad los nuevos talentos de destacar en el panorama digital?