La polémica generada el año pasado por la presencia a Sección Oficial en el Festival de Cannes de los filmes Okja (Bong Joon-ho) y The Meyerowitz Stories (Noah Baumbach), producidos por Netflix, ha tenido como consecuencia este año que la directiva del certamen haya dicho que ningún film de Netflix o cualquier plataforma de contenido en streaming que no pase por los cines franceses podrá ir a concurso. Sí a las secciones paralelas, pero no a la oficial. Recordemos que la polémica se generó por una normativa que une al festival con los cines franceses, y que implica que las películas que se proyecten en el festival tardarán un mínimo de 36 meses en verse en plataformas digitales.
El año pasado, el festival animó el gigante del streaming a estrenar las cintas en salas francesas, y éste se negó, pero mantuvo a competición ambos proyectos. Este año, y viendo que Netflix no ha cambiado de parecer, se ha tomado esta decisión. Una decisión que rescata el debate sobre qué es cine y cómo consumirlo, uno que no tiene una respuesta clara porque cada parte defiende su posición con fiereza, y que parece que será finalmente decidido por el factor económico.
Porque el problema no es que sea Netflix/Amazon, sino que la revolución que han traído estos servidores ha dado un vuelco a conceptos que para muchos estaban claros. Si lo que ofrecen Lifetime o HBO son telefilmes, ¿por qué lo de Netflix no son webfilmes? ¿Y los filmes que las plataformas compran -no producen- en los festivales para su distribución mundial y no pasan por las salas? ¿Son un híbrido?