Tras un final muy coitus interruptus en la temporada previa, The Walking Dead regresa, justo después de que acabase la primera temporada de su spin off en una buena campaña de la cadena AMC para mantener ambas series en circulación sin que tardemos tanto en echar de menos el regreso de los zombis.
Ahora volvemos a Alexandria, la utopia pacífica y sin experiencia que se ve agitada por la llegada del grupo de Rick tras pasar tanto tiempo en falsa "armonía". La segunda mitad de la quinta temporada supo jugar bien sus cartas, mostrarnos nuevos matices y seguir explorando temas interesantes en una serie que ha girado mucho sobre sí misma, y que parece que aprende de sus errores. Es cierto que los comienzos de temporada son muy fuertes, en yuxtaposición a los finales tan abiertos en mitad de la acción. Y de nuevo retoman el gancho de los finales para este nuevo inicio, que en ritmo consigue convertirse en un prometedor comienzo de temporada.
De nuevo, Morgan. Y nuevos personajes que, ¿ya estaban ahí?
Nueva temporada, nuevos personajes. Es una máxima, y en este caso, no han esperado ni al minuto uno para presentarnos al menos a una nueva incorporación, Heath. El chico de peinado llamativo y gafas aparece tras una ausencia de quince días junto a otros dos miembros de la comunidad que habían estado fuera. Una forma un tanto extraña de introducirlos (Deanna nunca los nombra en la temporada 5), pero que tampoco chirría demasiado. Y el gran regreso de Morgan, cuya aparición da nombre al episodio y protagoniza la trama durante el mismo, convirtiéndose en la voz que rescata al Rick del pasado, o que al menos intenta recordarle que una vez fue un hombre íntegro.
Por lo demás, es importante resaltar la atípica estructura del capítulo, entretejiendo los eventos a través de flashbacks en blanco y negro que se solapan con los eventos de un presente algo avanzado y que muestra un nuevo plan bastante polémico -por lo arriesgado que resulta-.
Una hora de capítulo que consigue llevarse con fluidez gracias a este sistema temporal que nos pone en situación poco a poco mientras sabe mantener la tensión. Y ya hay que decirlo, con un digno final para conseguir enganchar de sobra.
Un objetivo claro y un desarrollo que nos muestra como se llega a la situación y lo que ocurre durante la misma. En resumen, una buena muestra de lo que es hacer un episodio atractivo, lleno de zombis, y que no descuida la relación entre los personajes.
Siguen existiendo algunos filos sin pulir, como la ausencia de una recriminación hacía Gabriel por su actitud en el capítulo anterior -y una ausencia casi notoria del padre en todo el capítulo-. Dado lo que causó, se trata de un hecho bastante importante como para que se pase por alto en todo el episodio, y que difícilmente puede justificarse con un tratamiento posterior.
Pero en general, se trata de un capítulo muy sólido y un gran comienzo de sexta temporada. Parece que The Walking Dead sigue fuerte y no piensa dejar de hacer ruido, por mucho que se intente.