Hace unos días se anunciaba que el final de la cuarta temporada de Maron (2013-2016), que se emitió el pasado 13 de julio, sería el final de la serie. La nota de prensa de rigor que emitía la cadena IFC incluía declaraciones del creador y protagonista Marc Maron, diciendo que era una decisión voluntaria y que el final se había rodado pensado como la conclusión de la comedia. Pese a estas palabras, más de un titular lo ha llamado “cancelación”, pero con esas circunstancias –suponiendo que sean ciertas, vamos a pensar que sí– no parece el término adecuado. ¿O sí? ¿Se paran muchos de los redactores a pensar en esa distinción? Hay múltiples ejemplos del uso del término que son cuestionables, mientras que otros no dejan lugar a dudas sobre la naturaleza de la decisión. Una cancelación se produce cuando una cadena decide no renovar una serie por una temporada más aunque la historia de ésta no haya finalizado. Una decisión que se puede dar mientras la temporada actual se encuentra en pleno rodaje, dándole así la oportunidad a los creativos de cerrar la historia en la medida de lo posible, o bien cuando ya se haya emitido, cerrando así cualquier posibilidad de cierre.
La ceja se puede arquear en el caso de Maron de la misma forma que hace poco sucedía con el final sorpresa de Penny Dreadful (2014-2016), y es que esos anuncios de última hora siempre tienen algo de sospechoso, y nos hace imaginar a la cadena tomando la decisión de finalizar la historia y sin anunciarlo para no ganarse mala prensa. Pero como en realidad no se sabe con certeza, no se puede afirmar que éste sea el caso, de ahí que no se pueda decir que Maron ha sido cancelada. La primera vez que este debate empezó a llamar la atención del arriba firmante fue con la quinta y última temporada de Big love (2006-2011), que también se anunció como una cancelación de HBO cuando los creadores Will Scheffer & Mark V. Olsen dejaban bien claro en una nota de prensa que habían tomado ellos la decisión. Parece que si no se anuncia con tiempo que ya hay fecha de despedida, como la renovación doble de Bates Motel (2013-) o la triple de Mad Men (2007-2015), se tiende a pensar que algo raro pasa.
Un fenómeno curioso dentro del mundo televisivo actual, concretamente el estadounidense, viene dado por las resurrecciones de series. Ya sea con masivas campañas de los fans, que lograron una breve segunda temporada de Jericó (2006-2008), o con la intervención de plataformas como Netflix o Hulu. Cuando FOX decidió cancelar The Mindy Project (2012-), lo hizo en parte por la seguridad de que Hulu iba a rescatar la comedia, lo que sucedió apenas una semana más tarde. Algo similar se acaba de vivir con Nashville (2012-), cancelada por ABC pero rescatada en poco tiempo con la cadena CMT. Es un mundo nuevo lleno de posibilidades, pero del que no todas las series pueden participar. Este tipo de tratos llevan detrás temas de derechos, índices de popularidad y requiere un compromiso del reparto y el equipo técnico y creativo. La resurrección de Hannibal (2013-2015) no pudo darse el año pasado porque el creador Bryan Fuller y el co-protagonista Hugh Dancy ya estaban comprometidos con otros proyectos televisivos, así que se requería mínimo un año de espera, que ya son dos años porque Fuller se ha comprometido a su vez con otra serie, para poder rodar más episodios. Se entiende así que Amazon, que emitía reposiciones de Hannibal y por lo tanto estaba bien posicionada para comprarla y rescatarla, no quisiera comprometerse a un trato así.
El debate sobre si es cancelación o un desenlace ya previsto viene motivado entre otras cosas porque nos gusta saber lo más posible sobre las series que nos gustan, y si algo se ha metido en medio del proceso creativo queremos tener derecho a indignarnos y buscar culpables. Pero no debería darse información engañosa o asumir cosas sin confirmaciones o informaciones sólidas que contrasten lo que defendemos. Llamemos a las cosas por su nombre.