Finalmente, y después de tres años y medio de espera, True detective (2014-) regresaba a nuestras pantallas hace dos meses con un misterio que enlazaba con la primera temporada y altas expectativas. Tras la decepción que supuso para un amplio sector del público la segunda tanda, no tan execrable como muchos/as la pintan, Nic Pizzolatto volvía con una intriga mejor macerada por el tiempo de preparación y una deliberada propuesta de cambio. Personajes femeninos mejor trazados, mejor y mayor atención a la cuestión racial que supone tener un protagonista negro y un misterio que fuera capaz de enganchar como otrora. Terminada la temporada el pasado domingo, y tras unos días de reflexión, ¿lo ha conseguido?
Si es necesaria una respuesta binaria, la respuesta es no. La calidad lograda en la primera tanda de episodios, y que fue resultado de una dirección sobresaliente de Cary Joji Fukunaga, una pareja protagonista brillante interpretativamente y unos guiones que, por novedosos para el seriéfilo, resultaban frescos. El paso de los años ha dejado solo la voz autoral, sin despreciar las labores de dirección y actuación de la 2ª y 3ª temporada, sobre todo por Rachel McAdams y Mahershala Ali, pero capturar de nuevo esa magia en True detective ya no es posible.
Las variaciones a la fórmula, con un misterio resuelto a base de flashbacks y monólogos y una estructura temporal contaminada por la memoria del protagonista en su vejez, y aquejado de una enfermedad que le distorsiona los recuerdos, son notables pero no suficientes para darle la nueva vida que se pretende. Y vale, Amelia es un personaje estupendo que no cae en los clichés que el guionista esbozó en las tandas anteriores de True detective, pero es uno solo. Mientras que ellos son varios los explorados a conciencia.
Pizzolatto ha jugado con nuestras expectativas al hacer referencias directas y estilísticas a la primera temporada, pero en última instancia ha querido optar, sabiamente, por darle entidad a este misterio. Y sí es cierto que hay secuencias con garra y poderío (la entrada de Tom a la habitación rosa, la charla final de Wayne con madre e hija), pero también reina una sensación de intermitente sopor, de un material servido con profesionalidad pero sin pasión. Lo que en su momento era tensión constante, aquí parece solo imitación.
Con rumores de una 4ª tanda ya en el aire, quizá sea el momento de retirar la marca True detective, muy valiosa para HBO, y que su creador continúe sus historias bajo un nuevo nombre. Porque las comparaciones son odiosas, pero, y en este caso más que nunca, inevitables.