De todas las discusiones que ha provocado La batalla de Invernalia existe una que no comprendo. Se trata de la discusión acerca de Arya Stark siendo una Mary Sue. Este término, nacido durante el boom del fandom de Star Trek, se usa para definir personajes mal escritos, muy poderosos y que, a menudo, sirven de trasunto de sus autores.
Cuando surgió, el fenómeno del fanzine estaba en auge y mucha gente escribía sus propias versiones de sus personajes favoritos en múltiples fanfics. En una de esas historias nació Mary Sue, un personaje inverosímil que rescataba, enamoraba y salvaba a los tripulantes de la Enterprise sin apenas explicarse el origen de sus habilidades. El término se instauró en esas primeras críticas literarias al mundo del fandom para definir historias escritas sin mucho sentido. Con el paso del tiempo se ha ido transformando en un arma argumentativa para los haters de Internet.
Cada vez que un personaje femenino consigue alzarse por encima de la media, estos “críticos” de Internet saltan a decir que es una Mary Sue. Su significado se ha desvirtuado y, ahora, solo es una manera de justificar la misoginia de los seis trolls de Internet. El último de ejemplo de esto es la acusación a Arya de serlo, por ser ella quien llega a matar al Rey de la Noche en lugar de Jon.
El arco de transformación de Arya se lleva fraguando desde la primera temporada. Desde que la pequeña de los Stark presenciase el asesinato de su padre, su aprendizaje y entrenamiento no ha cesado. Durante esa primera temporada Arya aprendió a moverse y escabullirse en silencio. Su entrenador, Syrio Forel le enseñó a utilizar su tamaño para ganar la batalla:
“Silenciosa como una sombra, tranquila como las aguas en calma. Rápida como una serpiente; veloz como un ciervo. Fiera como un carcayú. El hombre que teme la derrota, ha sido derrotado. El miedo hiere más que las espadas”
Tras aprender a decirle a la muerte “hoy no”, Arya viajaría en busca de los Hombres sin Rostro. Ahí comienza su entrenamiento como asesina y la obsesión por completar la lista. Jaqen H’ghar y su Valar Morghulis consigue que el personaje adquiera aún más sigilo y moverse más rápido.
Su aventura en Braavos acabaría tras su encuentro con El Perro, cuya cruel tutela nos mostró a la Arya capaz de sobrevivir en casi cualquier situación. Además, durante su periplo con Clegane, Arya aprendería táctica militar de la mano del mismísimo Twyin Lannister, así como el poder que tiene el anonimato.
Con el primer encuentro con Brienne de Tarth llegaría la idea de ser una guerrera. Brienne sirve de inspiración para el personaje, quien encuentra una igual que es capaz de enseñarle nuevas formas de combate. Esta situación no duraría mucho, aunque enriquece la relación que tendrán posteriormente.
Finalmente terminaría por llegar a la Casa de Blanco y Negro, hogar del Dios de los Hombres sin Rostro. Allí la Niña Abandonada la obligaría a luchar con su instinto dejándola ciega. Es significativo que Arya elija una lanza personalizada como arma para luchar en los muros de Invernalia.
Convertida en Nadie –literalmente- comienza a ejecutar su venganza y, con ello, su camino hasta el Rey de la Noche. Tras tachar varios nombres de su lista, reconduce su propósito y regresa al lugar que jamás pudo olvidar. La protección de su familia es lo que mueve a Arya en esta nueva etapa. Brienne, que vuelve a cruzarse con ella, la enseña a manejar las dagas en las peleas cuerpo a cuerpo. Para la batalla final contra el Rey de la Noche, ya no tiene nada más que aprender…excepto su rol en todo esto.
En una escena que unifica el sigilo aprendido con Syrio, la capacidad para orientarse en la oscuridad con la Niña Abandonada y las tácticas de la Caballero de los Siete Reinos, Arya acaba con la mayor amenaza de Poniente ayudada por Bran. Este utiliza a los Cuervos para distraer a los comandantes y así darle paso a su hermana. Allá donde le regaló la daga que casi lo asesina y con la que murió su madre, Arya pone fin al Rey de la Noche convertida en una especie de Azor Azhai. Porque Nadie podía vencerlo y Nadie lo venció.
Sin que fuéramos conscientes en ese instante, Arya cumplió con la profecía de Melisandre: cerró para siempre los ojos marrones –Walder Frey-, los azules –El Rey de la noche- y los Verdes -¿Cersei? ¿Lord Baelish?-.
Lo que hace anticlimática esa secuencia final de La batalla de Invernalia no es que sea ella quien acabe con el Rey de la Noche, sino que sea tan abrupta. Arya siendo la heroína de Poniente solo hace justicia al personaje, no la transforma en una Mary Sue. Quien diga que lo es, posiblemente no haya prestado atención.