La tarde pintaba aburrida. Apuntaba, bien a otra victoria somnolienta del Sevilla FC, bien a una de esas derrotas que el equipo de Julen Lopetegui sufrió por especular y jugar desdentado. Pocas, es verdad, pero las hubo. Sin ir más lejos, en Bilbao. Pero de repente, alguien cambió el disco en el Krasnodar Stadium. Fue en el descanso. El equipo ruso, tras el monótono vals sevillista de la primera parte, cogió la guitarra eléctrica y formó un apetitoso lío. Le plantó al Sevilla el reto que, en forma de demanda, muchos de sus aficionados le piden: un poco de rock and roll.
Le cogió al equipo de Nervión frío. Los rusos se desataron y el Sevilla FC, no se sabe si por orden de Lopetegui o por necesidades del guion, se puso la chaqueta de cuero. Bien, pues rock and roll: 15 disparos a puerta en una segunda mitad muy sufrida para los sevillistas. Soltado de riendas, perdió el control del centro del campo, se plasmó con facilidad y muchos hombres en el área rival... pero también veía cómo el Krasnodar le hacía lo mismo, aunque con menos daño. Del vals de la primera parte (cinco remates) al rock and roll de la segunda (15).
Hay situaciones que requieren lo primero y otras en las que hay que mover las caderas. Pero me atrevo a decir, admitiendo que será aburrido, que a este Sevilla con tantas balas de goma le conviene más la tranquilidad y el control. Y a los resultados me remito. El de Krasnodar, sólo un gol en esos 15 remates, los mismos que en los cinco de antes del descanso, y en los de la temporada pasada: una racha de más de 20 partidos oficiales sin perder, un título europeo, dos finales y el billete para la Champions sellado con comodidad.
Lo ideal, eso sí, es buscar el término medio. Como en casi todo. El Sevilla, siendo verdad que no tiene un gran goleador, sí que cuenta con una cartera de jugadores de ataque muy versátil. El olfato de Munir, la velocidad de En-Nesyri, la cabeza de De Jong, el regate de Idrissi, el disparo de Óscar, Suso y Jordán (que alguien le diga que chutar no está prohibido), la llegada de Rakitic y una manada de búfalos en estampida como Ocampos. A los que nos gusta el rock and roll nos encantaría que este Sevilla tuviera pólvora para darle forma a todo eso. Sería verdaderamente apoteósico. Pero lo que no vale es que quienes pedían más descaro se quejen de lo fácil que le llegó el Krasnodar en la segunda parte, porque entonces se caerá en la eterna infelicidad.