Hablar del sentimiento de pertenencia en el Betis es un concepto superado hace décadas, seguramente un siglo. No hay más que fijarse en el 'manque pierda', no siempre entendido desde la distancia, para darse cuenta. Ahora el Betis de Manuel Pellegrini, como lo hicieron otros en su día como el de Serra Ferrer, añade una sensación extra en el aficionado. La del orgullo y la plena identificación con lo que ve sobre el terreno de juego.
Y es que este Betis ha conseguido conectar con toda su hinchada, que vive con una sonrisa permanente desde hace algún tiempo, probablemente meses. Decía un bético hace unos días con guasa, a propósito de la semana en la que encadenó dos capítulos del derbi y los duelos contra el Alavés y el Espanyol, que necesitaba ver jugar más a su equipo, que se le hacía largo el tiempo entre partidos. Síntoma inequívoco de lo que es capaz de transmitir su equipo en estos tiempos.
Ese es el gran logro de este Betis, que ha conseguido la comunión de los béticos que disfrutan de cada actuación de su equipo. No hay temores ni incertidumbre. Los de Pellegrini juegan, compiten y, en un alto porcentaje de la ocasiones, ganan. Un coctelera perfecta que es el simple catecismo del fútbol. Ganar, cuanto más mejor, y siempre competiendo.
El aficionado bético sabe que cuando se sienta a ver un partido, sea en el estadio o desde la televisión, su equipo no le defraudará y hasta en muchas ocasiones le hará disfrutar. Ejemplos extremos son los últimos duelos. Lo son para el aficionado neutral al fútbol, el que está despojado de la pasión por el Betis, el que los contempla sintiendo en verdiblanco eleva esa felicidad de manera exponencial.
Para empezar porque el Betis de Pellegrini ha desterrado ese manido debate de que los equipos que juegan bien al fútbol no son competitivos. Falso. Se puede jugar a la pelota primorosamente, desplegar un juego ofensivo, siendo dueño del balón y goleando, sin desdeñar el argumento imprescindible en la élite de este deporte. Competir, sacar resultados y aferrarse a los partidos.
Los últimos encuentros fueron ejemplos, que no oasis en la temporada, de auténticas exhibiciones futbolísticas de un Betis que juega como los ángeles. Real Sociedad, Valencia, Getafe... son otras citas anteriores de nivel que firmaron los heliopolitanos antes de las recientes, que han encandilado a una afición que presume, con todas las de la ley, por lo que le ofrecen sus futbolistas.
Son días de debates que comparan a este Betis con otros a lo largo de la historia del club bético. El tiempo, los títulos o clasificaciones, determinarán esos duelos. De momento este equipo de Pellegrini, el de Fekir, Canales, o Carvalho -cuesta afinar en el ranking de jugadores-, también el de Cordón, Haro y Catalán concitan la unanimidad de conseguir uno de los mayores logros que puede darse en el fútbol.
Se trata del logro de la felicidad, el de hacer que los aficionados disfruten y se sientan orgulloso del juego, del fútbol y los resultados. Nunca conviene perder la perspectiva del objetivo de un equipo de fútbol. Este Betis conecta de pleno con la grada que ansía ver a su equipo. Cada comparecencia en el Benito Villamarín es una fiesta, mientras queda decretado el estado de felicidad en verdiblanco.
Efectivamente ser un bético, es de muchas pasión, eso se ve cada partido en el Villamarin, yo soy chileno y no dejo de ver ningún partido, creo que soy un hincha mas, me identifico con mi compatriota y lo sigo donde vaya, les deseo el mayor éxito y que ganemos cada partido, y veamos los frutos terminando la temporada, desde Chile, saludos a la familia bética