Desde Tournai (Bélgica)
Lieja fue una fiesta española la noche del domingo. Eso dícen quienes estuvieron; quienes me lo contaron. Ya se atisbaba por la mañana que iba a ser así, porque habia decenas de banderas españolas en los balcones (y no me confundo con las de la Región de Lieja). La fiesta acabó en algún exceso, por ejemplo, la luna trasera rota del coche de Sergi López Egea, el enviado especial de El Periódico, que hoy ha tenido trabajo doble con la etapa y el taller.
Digo que me lo contaron porque yo dormía en Aachen, Aquisgrán en español, la ciudad en la que nació Carlomagno, según cuentan, y que quedó prácticamente destruída tras la primera batalla de Estados Unidos en territorio alemán durante la II Guerra Mundial.
En Aachen el ambiente estaba bajo cero. El mismo restaurante que rebosaba entusiasmo el jueves, durante la semifinal alemana, se encontraba medio vacío en la final. Apenas un grupo variopinto de adolescentes, uno de ellos vestido con la camiseta de España y con una bandera en la mano, seguía el partido.
Así que se pudo escuchar la voz del comentarista de la ZDF, que era el exguardameta Oliver Khan, destilar admiración hacia el juego de España y hacia quien fue su rival en el campo, Iker Casillas. Por cierto, la dedicación de la televisión alemana al partido se prolongó, mediante un debate, casi hasta las dos de la madrugada.
Pero se acabó el fútbol. En Alemania, en francia y en España, y regresa el ciclismo, que comenzó de puntillas el fin de semana, y con él, el clasicísimo trazado del Tour que sólo cambia cada año en el sentido que toma la carrera, el de las agujas del reloj o el contrario, porque el planteamiento siempre es el mismo. Por eso, Mark Cavendish siempre es noticia la primera semana, y tal vez los últimos días. Por eso, su propósito de superar en unos años el récord de Eddy Merckx de victorias parciales se sustenta siempre en el inicio de la carrera. Por cierto, el inglés, un superclase, demuestra que puede ganar también sin la ayuda de su equipo. Todo un descubrimiento.