Un mundial de fútbol siempre es algo grande. Todo jugador profesional quiere ser parte de su selección nacional, quiere ser parte de esos 22 definitivos.
Cuando esos 22 son elegidos por el entrenador de turno o de ciclo, los 40 y pico de millones que tienen un entrenador dentro pueden bramar, protestar, estar de acuerdo, disentir. Pero esos 22 se transforman en sus 22.
Y allá vamos, Argentina. Seguiremos protestando contra Jorge Sampaoli, contra el pecho frío de Lionel Messi, contra la conformación del equipo en el campo, contra los cambios. Sí, somos muy contra los argentinos.
No me gusta la gestión de Sampaoli ni la de la Asociación del Fútbol Argentino. No me gustan varios jugadores elegidos. Quiero a Messi. Y también a Marcos Rojo y a Enzo Pérez porque salieron de la escuela de Estudiantes de La Plata.
Sé que ellos tres no hacen equipo, que hacen falta más. Estos son los 22 que están. Y la selección, para cualquier hincha, es sagrada. No tengo explicación para ello, pero es así.
Hace muchos meses, al ver las tantas carencias de esta selección (falta de mediocampistas, de idea de juego, de garra, de actitud) vaticiné que no pasábamos de grupo en esta Copa del Mundo FIFA Rusia 2018. Que nos iba a suceder como en la Copa del Mundo FIFA Corea – Japón 2002.
Puede ser caprichoso el destino. Una vez más, desestimó mi vaticinio y mi postal. Y así, con lo justo, clasifica la Argentina a octavos de final en este mundial en tierras rusas tras vencer por 2-1 a Nigeria.
De la crónica de este partido, hago particular mención a una escuela: la escuela pincharrata. La del semillero, la del club chico que ganó una Copa Intercontinental, la de entrenadores como Carlos Salvador Bilardo y Alejandro Sabella que escribieron ciclos de gloria para la selección argentina. Tipos con una idea de fútbol, con criterio futbolístico –especialmente Sabella.
Hacía falta estirpe de león para ganar a Nigeria. Y los canteranos Rojo (autor del segundo gol) y Pérez la pusieron. Allí estuvieron para que Argentina siga viva en este mundial. Continuará. No sé hasta cuándo, pero todavía continuará.
Alejandra Herranz, periodista y blogger
@aleherranz