La puerta está entreabierta, símbolo evidente de que siempre se puede pasar. Reina la calma, no hay mucho ruido y supongo que la pista de futbito que se ve desde el parking invita a vestirse de corto a todos aquellos que disfrutan jugando al fútbol. (Digo "supongo" porque jamás he sentido ese extraño deseo de correr persiguiendo un balón). El despacho es discreto, para mi gusto demasiado frío. Todo el mundo se siente bien recibido y por eso cada poco aparece una cara conocida, ya sea de Eraña, Jímenez o del entrenador del Infantil B del Arenal, por dibujar tres ejemplos.
Estamos en la CPU del Sporting, en la oficina intelectual del talento. Ese rincón de Mareo lo presiden varios campos pintados en la pared que muestran el esqueleto del club, con las caras y los nombres de los niños de la cantera como piedra angular del proyecto. Al frente de esta sala de operaciones está Manolo Sánchez Murias, el Pep Guardiola del Sporting al que le sobró educación y le faltó tiempo. Su fichaje fue un acierto absoluto y su despido un error entendible, pero como eso ya no tiene arreglo y los que apostamos por él aún cuando vinieron mal dadas ya lo dijimos en su momento, es mejor mirar al futuro. Y ese futuro en el fútbol asturiano tiene color rojiblanco.
Después de muchos años El Molinón ha recuperado esa sensación de pertenencia con su club gracias a un centro del campo formado por Sergio Álvarez, Álex Barrera y Nacho Cases. Este último ya es una institución dentro de la entidad, pero en su día, allá por 2010, llegó a pensar que su sitio no estaba aquí y sí en una universidad americana de esas que becan a futbolistas españoles con talento gracias a empresas como U.S.E América.
Nacho hoy es 'El Rey del último pase' y comparte posición con un mediocentro de Viella muy llegador y con un avilesino al que quisieron apartar en Agosto, pero ahora es él quien aparta muchos de los problemas que le aparecen al Sporting en cada partido.
Ellos son el espejo donde se mira la siguiente generación de yogurines, con Pablo Pérez como principal debilidad para quien firma este artículo. Vivir lejos de Asturias nos impide a muchos seguir día a día la evolución de los Álvaro Bustos, Guillermo y compañía, pero las referencias que llegan desde Gijón son inmejorables. Y Manolo tiene mucha culpa de ello. Él representa la esencia del fútbol, los valores que nos hicieron ser del Sporting. Su talante, esa mirada limpia que contagia optimismo, ese idioma gesticular tan particular del fútbol que domina con total naturalidad. El Sporting que tiene en la mente es el que todos tenemos en el corazón. Un equipo que nos permita volver a empezar. La poca paciencia nos quitó al entrenador ideal, pero la falta de rencor nos lo devolvió en forma de arquitecto futbolístico. Mareo está en buenas manos y nuestros sueños también.