Santi Jara levantó la cabeza y se fue directo al arco en busca de Guerrero. Gol. Dicen que lo hacía muchas veces en Segunda B con final feliz, pero en la Liga Adelante no le sale casi nunca, ya sea su socio Stefan, Lekic o el propio Guerrero. Se llama confianza, o madurez, o como ustedes prefieran, pero salió cuando ya no servía para nada y la jugada se perdió en el limbo de los justos, igual que el sol que recibió a Sporting y Córdoba el domingo, en lo que se aventuraba una gran tarde de folixa.
Pero no está Gijón para romerías ni mucho menos para bajar el agua, porque los pisos de los rivales sí tienen grifos y nos lanzan cubos domingo tras domingo, con el trajín de cambio de ropa que ello supone. Y da igual lo que nos pongamos que todo nos queda mal. Isma López nos llena de arrugas, Carmona nos hace barriga, con Bustos las mangas resultan cortas y la defensa directamente destiñe.
El "Gijón futbolístico" no puede con Sandoval, pero El Molinón, que sabe más por viejo que por diablo, no le pita. Hay run run y muchas críticas con argumentos, pero no han llegado ni los silbidos ni los pañuelos. Y eso que su Sporting no es su Sporting ni se le parece.
Llegó de Humanes con aires renovadores y el bajo rendimiento de su plantilla le hizo ponerse arnés para no caer desde la cornisa. Adiós a los tres delanteros que eran su tarjeta de visita y adiós también a una presión que hacía del de Sandoval un equipo incisivo. Ahora quiere apostar por controlar más el juego y lo cierto es que estamos descontrolados.
Me gusta ser optimista. Creo que con Nacho Cases y Sergio Álvarez tirando del grupo se puede enderezar el rumbo, creo que el departamento de comunicación está en buenas manos, creo que Mareo dará buenos frutos en breve gracias al olfato de Manolo y creo que la tranquilidad de Antonio Veiga es un activo importante en situaciones de zozobra. Creo o quiero creer en el club, algo que no está de moda.
A estas alturas esto sólo lo puede sacar Sandoval, y yo confío en él como confío en la puntualidad del bus que vuelve de Pola cada Carmín a las tres de la madrugada. Nunca me ha fallado.
Como reza el saber popular, todavía queda el Xiringüelu. Y eso, amigos, ye lo más gordo. Habíamos pedido hacerlo en un prau grande como ye el de La Romareda pal primer domingo de junio, pero igual toca retrasarlo unos días (tampoco muchos) y en otro recinto por problemas de agenda.
Los que zarpamos en el barco de Sandoval allá por el mes de agosto preferimos no bajar de la embarcación por tres motivos: Si llegamos a buen puerto podremos decir que siempre estuvimos aquí, si no llegamos la culpa será compartida por la tripulación y el capitán, a los que no se los podrá negar el compromiso, y pase lo que pase siempre nos quedará Pravia en Agosto para llorar y soñar en rojiblanco a partes iguales.