Hablemos de violencia y educación, que van de la mano si nos plantamos dentro del 105 x 70. Para esa famosa violencia que el CSD y La Liga quieren erradicar desde hace unas jornadas deben desaparecer de los estadios los forofos. Y lo dice uno que lo fue en su día y no tiene palabras para describir la alegría que le produce haber abandonado ese barco.
El forofo es un partidario entusiasta de un equipo deportivo según la RAE, pero en realidad es ese sujeto que se define como 'anti varias cosas', que ve conspiraciones contra su equipo en todas partes, que insulta sin pudor en el campo como forma de vida y que ahora que las redes sociales fomentan el anonimato, lleva a esos dominios su mala educación para maldecir a todo el que piensa distinto a él. Yo también tuve una época en la que Twitter me hizo creer que era ingenioso y un líder de opinión. Luego te das cuenta que no eres nada, que haces el ridículo, y te hace más gracia aún ver como gente que no ha empatado con nadie y que en sus diferentes profesiones es bastante mediocre, pontifica en 140 caracteres cargando contra todo el mundo, aunque en el cara a cara sean cobardes como el más ruin de los rastreros. Pero vamos al tema que nos atañe.
El que piensa que Sánchez Arminio tiene algo contra su irrelevante club y fruto de ello se pasa un partido entero recordando a la madre del árbitro sobra en los estadios. El que amenaza a un periodista por el simple hecho de no escribir lo que el hincha tiene en su cabeza sobra en los estadios. El que insulta al entrenador rival domingo tras domingo durante 90 minutos sea cual sea el oponente y lo hace encima ante niños que sólo quieren disfrutar con sus ídolos sobra en los estadios. A estos sujetos que he descrito los conocemos todos con nombre y apellidos. Sabemos quienes son los que sobran. Se ponen a nuestro lado en la tribuna, han viajado con nosotros en bus a varios desplazamientos, escriben tweets en un bar aunque se cagan encima sólo de pensar que puedes llegar a contestarles en persona y no virtualmente.
Los que llevamos años recorriendo campos de todas las categorías (con los mejores y con los más humildes), los que pagamos un abono que no podemos usar, los que sufrimos sin pensar que el club es nuestro, los que no repartimos carnets de hincha ejemplar a nadie,... En definitiva, los que amamos el fútbol sin escupir a los demás, tenemos que sacar de los estadios y del fútbol a los amargados que odian por sistema.
Recuerdo los años en los que era "antioviedista" por el simple hecho de pensar que era algo obligatorio para ser del Sporting. Es todo tan ridículo que recuerdo el día que un amigo nos declaró oficialmente "anti montañeses" porque el Racing también era un equipo enemigo. Hoy me considero muy del Racing, Santander forma parte de mi vida y, si volviera a nacer, no me importaría sacarme un abono cerca del banquillo que tantas tardes ocupó Nando Yosu. Con el Oviedo me pasa algo similar. Con el paso de los años la vida me enseñó a querer que el Sporting gane siempre a su contrincante azul, pero sin desear las siete plagas de Egipto a ese club que tiene su sede social a 28 km de mi casa.
No soy 'anti' ningún equipo. Siempre seré del Sporting y hoy, mientras escribo esto, siento simpatía por Carlo Ancelotti, Marcelo Bielsa, Paco Fernández, Sergio Ramos, Fernando Torres, Marcelino García Toral, el City, el United, la hinchada de San Lorenzo de Almagro, la Juve de Angelo, el Athletic de Bilbao, el Auckland City y la Real Sociedad, por poner algunos ejemplos al azar. Ayer era muy del Barça de Pep o del Sevilla de Juande, y mañana puedo aplaudir perfectamente al Rayo de Jémez o al Oporto de Lopetegui. Hasta equipos menos mediáticos como el Murcia de Julio Velázquez o la selección japonesa de Zaccheroni me han emocionado en las últimas temporadas.
Pero por encima de todo, como diría el maestro Eduardo Schell, soy de las personas, de las buenas personas. Y es igual de injusto meter a todos en el mismo saco como separar de la cesta de manzanas podridas a gentuza acomplejada que merece estar en ella por dañar al deporte rey con su sola presencia.
Diego Cervero, delantero del Real Oviedo, me ha demostrado las últimas tres navidades que es un paisano de los pies a la cabeza. Como sportinguista no deseo para nada que logre el ascenso a Segunda dentro de unos meses, pero si lo consigue no le faltará mi felicitación sincera en su teléfono móvil. A la buena gente le tienen que pasar cosas buenas.
Este es bobo, sin más.