Los que nacimos en los noventa nos perdimos mucho fútbol, del que marca épocas gloriosas, y llegamos, por poco, a disfrutar de los bolígrafos de colores y de ciertos juegos de siempre. Sin embargo, pudimos estudiar conflictos profundos, como lo son las guerras, con cierta libertad de cátedra. Durante todos esos años, los profesores siempre te decían que los mejores historiadores de la Guerra Civil eran extranjeros. Quizá la distancia y la perspectiva vienen bien cuando hay que analizar las cosas, aunque no sean buenas compañeras para sentir la historia en carne propia.
El pasado miércoles, El partido de las 12 rendía homenaje a los dos equipos asturianos por excelencia, y lo hacía partiendo de los puntos en común, porque aunque nos parezca imposible, "haberlos haylos". Medio programa para emocionarte, otro medio para escuchar atento, seas del equipo que seas.
Nos pasamos la vida marcando lo que nos diferencia, midiendo con lupa las taras del vecino y comparando méritos y desméritos. Intentamos hacer creer que ver al otro hundido nos hará sentir mejor, pero del mismo modo nos cuesta horrores admitir que lo necesitamos, porque amamos esa rivalidad. Porque esa rivalidad, convertida en audios, en cánticos y en imágenes hace de nuestro fútbol, el de nuestra región, uno de los más ricos, fértiles y grandes de España.
Son tiempos difíciles en todos los sentidos. Añoramos enfrentamientos que no tenemos y sufrimos nuestras propias desgracias deportivas y económicas, pero nos quedamos sólo en la superficie porque la grandeza está "normalizada". Porque parece harto difícil hacerle sombra a un club que en Segunda B y al borde de la liquidación reúne dos millones de euros contra reloj. Es más fácil ridiculizar la hazaña porque uno de los hombres más ricos del mundo ha puesto sus ojos en el club azul, y disfrazarse con sorna de mexicano.
Pero la realidad nunca es ni tanto ni tan poco. El Molinón tiene una de las entradas más altas de la Segunda División, moviliza a gente suficiente como visitante como para estar a la altura de su propia imagen y lidera la categoría con "guajes" de la cantera. Los complejos hemos de dejarlos para otros. Gijón añora ahora, por cómo han vilipendiado sus cuentas, que alguien, ya sea mexicano, suizo o congoleño, ponga los ojos en su institución y apoye el esfuerzo de su gente. Y el Oviedo, seamos serios, mataría por poder ascender a primera con gente de El Requexón, ¿quién no desea sanear sus cuentas o cultivar su cantera? ¿quien no quiere que esos duelos vuelvan en igualdad de condiciones?
De sonidos, y de silencios, está pintada la vida. Una vida tan irracional, en la que los colores pueden sentirse. En apenas veinte minutos de reportaje radiofónico, la cadena COPE ha tocado el corazón de todos los asturianos, y de mucha gente de fuera que se siente como tal. Ha hecho llorar y recordar lo grandes que son a muchas personas, y de colores antagónicos. Sentimientos diferentes pero inequívocamente unidos.
Son tiempos difíciles, en todos los sentidos. Pero al final todos queremos lo mismo... A mí me da igual lo que haga Tebas con su puesto, a mí lo que me importa es que las gradas de animación sean sólo de eso, y que no se viole ninguno de sus derechos. Me importa que se reconozca el trabajo de todos, sin juzgar bajo qué nombre se encasillan. Me importa que todos y cada uno de nosotros alejemos de nuestros respectivos clubes lo que no tiene que ver con el fútbol, eso en que gastamos nuestro dinero, alegrías y dolores de cabeza.
Nadie quiere política en las gradas, nadie quiere violencia en los estadios. Así que no pintan nada ladrones en nuestros despachos. Queremos pancartas, queremos tifos, queremos que quien vive por y para su club pueda hacerlo con libertad. Libertad para expresarse, responsabilidad para hacerlo bien. Censurar, prohíbir y castigar, poco tienen que ver con educar, con cambiar cosas. Si los bombos y las banderas son peligrosos, los bolígrafos de muchos colores deben ser armas de destrucción masiva. Matar moscas a cañonazos puede ser tan contraproducente como ser impasible a todo; para con las moscas, eficacia, que se puede.
Y es que, ¿quién no se ha emocionado escuchando a la afición del Oviedo cantar el Santa Bárbara bendita en León? Cuando se trata de ser grande, de homenajear una vida, nadie se para a pensar de qué equipo es el otro. Quien quiera, podrá leer en el fútbol la cantidad de delincuentes, violentos y vividores que hay. Yo me quedo, con la mano en el corazón, y del color que sea, con la cantidad de gente grande que lo sustenta. Desde minibenjamines hasta las pachangas de veteranos. Me atrevo a decir que, de un tiempo para acá, estoy hasta por aceptar el término "ultra" si el exceso de sentimiento es sólo en "pro" del fútbol. El camino se hace al andar, y para bien o para mal, lo hacemos nosotros.
El fútbol asturiano tiene un caldo de cultivo que desde fuera resulta increíble, e incluso envidiable... También la rivalidad. Nuestro deber es cuidar de todo ello y contribuir a que su historia y calado sean aún más grandes. Y si uno se pone romántico y hay que ir a comprar lotería a la ciudad de enfrente, se va.
"La verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes."