Lago Agrio es una ciudad ubicada al noreste de Ecuador, concretamente en la provincia de Sucumbíos. El nombre de la localidad tiene una curiosa explicación. Resulta que la compañía petrolífera Texaco encontró por la zona un importante yacimiento y al primer pozo le dio el nombre de 'source lake', algo así como lago manantial. Posteriormente, los trabajadores cambiaron el nombre a sour, que significa agrio, por lo duro que eran los días de trabajo. Desde luego que el nombre final tiene bastante que ver con lo que uno se encuentra.
La ciudad en sí no aporta nada. Se usa como puente para expedicionar a la vecina e impresionante reserva amazónica del Cuyabeno. Muy poca gente, casi nadie, se queda a pernoctar en una ciudad que se ha hecho famosa en el país por un desastre ecológico sin precedentes. Y la cosa va a continuar, me temo.
Resulta que las perforaciones que la compañía Texaco ha venido realizando en busca del oro negro ha supuesto una enorme fuente contaminante para las aguas de los ríos Aguarico, el Eno, El conejo. La gente de Lago está muy sensibilizada con este asunto, al menos eso me contaron los que me llevaron al puente donde está la frontera de Cuyabeno. De hecho, la población le ha planteado una denuncia multitudinaria a Texaco una denuncia que ha acabado en tribunales internacionales. La dudosa versión de la multinacional está reflejada en su propia página web. Lo cierto es que han aceptado abonar una cantidad para la limpieza de un lugar único en el mundo por su biodiversidad, pero las organizaciones ecológicas señalan que tal cantidad no cubre ni un diez por ciento de las necesarias labores de limpieza.
El camino a Cuyabeno es una carretera pequeña que por momentos parece de cabras, porque no está alfaltada y tiene muchos baches. Sólo de momento. Cuando estuve por allá, en septiembre de 2009, estaban acelerando la construcción de una vía en condiciones. No sé si esto es buena noticia, porque la idea es que corra paralela al oleoducto, que va hasta la costera región de Esmeraldas. Eso puede significar un hachazo mortal para la sostenibilidad ecológica. Una vez más, la rentabilidad económica se va a cargar plantas y animales. Es que no aprendemos.