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Las llaves del cielo


Los pasillos de El Molinón están hoy un poquito más vacíos. Recorrerlos siempre es difícil porque un estadio de fútbol en silencio impone. Y más El Templo. Sus llaves esperan dueño después de más de treinta años en las manos de Alejo Caso, a quien su padre le enseñó un oficio como el de mayordomo. Su casa era un estadio levantado en 1908, reconstruido con el paso de los años como El Templo del fútbol español. Conocía todos sus secretos como aquel que sabe dónde está cada objeto dentro de un desorden organizado. Y te mostraba El Molinón tan orgulloso como el que enseña su casa recién reformada después de colgar los cuadros en el salón.
Alejo es una de esas personas indispensables en un club de fútbol. Seguramente haya muchos a lo largo de toda la geografía, pero él era el nuestro. El del Sporting. Esa persona a la que podías llamar a cualquier hora del día para que te abriera El Molinón para lo que fuera. Llegaba el primero el día de partido y se iba el último, y durante la semana se encargaba de que todo estuviera perfecto para recibir el próximo partido. Por eso le dolía hasta ver cómo pintaban sus paredes para protestar.
A la historia de los clubes suelen pasar grandes jugadores y grandes entrenadores. Incluso, algún gran presidente. Alejo Caso no da ese perfil pero sí entra en la historia del Sporting por ser uno de los que le han dado personalidad a unos colores. Él ha guardado los secretos del estadio con ese manojo de llaves que siempre tenía en la mano, y ha presumido con orgullo de algo que, sin ser suyo, lo ha cuidado mejor que si lo fuera. Ahora somos los sportinguistas los que estamos orgullosos de haber tenido en El Molinón un mayordomo como él. Porque no se le dan unas llaves a cualquiera. Que nadie se extrañe si ya tiene las del cielo. Imposible que unas llaves estén en mejores manos.

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