Sí, lo sé. Las elecciones son necesarias. Es la máxima expresión de nuestra cultura democrática y por higiene moral se deben de celebrar. Pero, de verdad se lo digo, las detesto. Y no porque me haya vuelto un vulgar dictador de república bananera sino porque cada año estoy más convencido de que nos empobrecen como institución.
Da igual como se encaren. Dan igual las buenas intenciones previas de unos y otros. El enriquecedor debate de ideas nunca se produce porque no interesa a casi nadie. Al candidato sólo le vale ganar y a la mayoría de los socios sólo les importan los nombres propios que cada cual ofrece. Así, las elecciones terminan convirtiéndose en un gran zoco de nombres que van y vienen. Cuanto más conocidos, mejor. Importa antes más el currículum qué tengan, que la pregunta de si en nuestro Club encajarían. Una pena.
En esta ocasión, parece que Josu Urrutia lleva ventaja. Más de la que cualquiera de nosotros hubiera podido imaginar hace un mes. En cambio, el otrora presidente parece ir a remolque sabedor de que su principal enemigo siempre ha sido su carácter. (Si no fuera por él, probablemente, no hubiera habido ni elecciones) Pero, aunque pueda parecer que el exjugador tiene ganada la batalla de la imagen, por delante, todavía queda mucho partido por disputar. Macua necesita un golpe de efecto y éste, sin duda, llegará a pocos días del final. Probablemente también, Urrutia tenga algún otro as escondido por lo que pueda pasar. Pura estrategia electoral.
Ahora, proclamados ya los candidatos, yo me hago una pregunta. ¿Es posible que podamos confrontar proyectos? A mí, personalmente, este aspecto me interesa y mucho. ¿A ustedes? Sinceramente, no lo tengo nada claro. Al final, sin ánimo de ofender a nadie, lo que en verdad la gran mayoría está esperando es que el desfile de nombres comience a aflorar por la ilustrísima pasarela electoral rojiblanca. Ahí está la clave.
En cuanto dinero del socio está dispuesto a invertir cada candidato para ganar las elecciones. Porque, por si alguien no se ha dado cuenta todavía, los aspirantes no gastan de lo suyo. Tarde o temprano, el esfuerzo económico que termine financiando la campaña electoral del ganador de los comicios, lo harán ustedes, queridísimos socios y socias. Así que, luego, que nadie se queje si su cuota anual sube. Alguien tendrá que pagar tanto nombre.