Siempre recordaré mi despertar al Athletic a finales de los 70. Bajaba apresurado a comprar la única prensa de los lunes para contrastar lo que la tarde de domingo ya había podido escuchar a través de las ondas. Nunca olvidaré los famosos “Sputniks” de un siempre certero Señor Múgika.
Tiempos convulsos en lo social y político y grises en lo meteorológico (siempre me ha dado la impresión de que antes llovía más); estos y otros factores hacían que los niños, excepción hecha del verano, pasásemos con frecuencia, tardes de sábado y domingo en casa.
Parece difícil de explicar a un niño de hoy que entonces no se televisaban todos los partidos, que no bastaba con ir al bar de la esquina para saber lo que hacían nuestros once leones por esos campos de Dios. Uno recuerda cómo aquel radiocasette, a través del dial elegido, le acercaba a cuanto ocurría en El Sardinero, Atocha, etc. Eran aquellos magos del micrófono los que nos hacían por un momento sentir, vibrar, disfrutar de lo que nuestros ídolos hacían sobre el verde.
Antes que el Barcelona de Guardiola, nuestro Athletic fué capaz de lograr un triplete, en un fútbol no mediatizado por las descomunales diferencias de ingresos televisivos entre los dos trasatlánticos del fútbol y el resto. Es curiosa la espiral infinita en que hemos entrado para explotar los derechos, existan o no, más variopintos. A día de hoy, lo único que se pretende es incrementar el poderío económico de los susodichos trasatlánticos, y aumentar la diferencia con el resto de rivales con los que deben competir.
Entretanto, los mencionados rivales (No olvidemos, 18), permiten que cada nueva vía de ingresos, cada nuevo aspecto a negociar, aumente distancias, que las susodichas diferencias a la hora de repartir, sirvan para que los poderosos puedan birlarles sin esfuerzo su mayor capital, sus jugadores, su futuro, aquello que les puede servir para cimentar un proyecto, crecer, soñar con objetivos mayores. Las diferencias de ingresos en el reparto televisivo hacen que el Valencia se quede sin su mejor jugador, adquirido por un Barcelona que puede pagarle mejor ficha y un cuantioso traspaso, desarmando de paso a un posible rival. Sin embargo, se alía con él para negociar un nuevo menos justo reparto de la tarta de los derechos televisivos. Brillantes gestores.
Alguno dirá: ¿Qué mejor vía para crecer que con 45 millones en el banco y poder adquirir jugadores para redondear la plantilla? Pues no señores, otra de las grandes paradojas de nuestro fútbol es que quien gana con todo eso es la tela de araña que tejen representantes, fondos de inversión, sociedades encubiertas, pésimos gestores que no hacen sino descapitalizar clubes, clubes sometidos a proceso concursal, impagos, etc. De, parafraseando de nuevo al Señor Del Nido, “Gestores de m.....”.
Deseo que sigan los nuestros, aquellos a los que el nuevo orden más perjudica. Nada tengo en contra de los carruseles, yo mismo los sigo, pero quiero hoy sobre todo acordarme de los medios locales, las emisoras, las radios locales, aquellas que día tras día nos sirven y nos hacen llegar a nuestras casas lo que acontece en nuestro Athletic, los únicos que nos quedan.
Desde niño he sido un apasionado de la radio, y estos últimos años he podido, una vez más gracias al Athletic, conocer las tripas, el cómo se hace un programa, la radio desde dentro. He tenido la enorme satisfacción de conocer y entablar amistad con grandes profesionales de las radios locales, gente como José Iragorri, Miguel Ángel Puente, Luís Fernando Baranda, Paco Prieto, a muchos de sus colaboradores. (Espero no olvidarme a nadie)
En estos tiempos de crisis en que la facturación por publicidad ha disminuido de forma espectacular, en tiempos en que los ERES azotan con violencia a muchos medios, en que muchos profesionales lo están pasando realmente mal, nos vienen ahora con que esas pequeñas emisoras locales son quienes van a solucionar los desmanes de los mencionados “gestores de m.....”, aquellos que aprovechan cada nuevo ingreso ideando un multiplicado nuevo gasto.
Estoy totalmente en contra del implantado nuevo orden, de los horarios disparatados, del atropello a las radios, sobre todo a las más pequeñas, a las más cercanas, a las que realmente necesitan del fútbol para sobrevivir y de las que nosotros necesitamos para informarnos y los clubes para transmitir cuanto necesitan.
Todos nos necesitamos, y la leche de la vaca no es infinita. Espero que de una vez reine la cordura y podamos dejar de presenciar esperpénticas escenas como las de la pasada jornada de liga, con los profesionales que nos place que nos informen, que nos narren el fútbol, a las puertas de los estadios impedidos de desarrollar su trabajo.
En mi nombre y, espero en el de muchos más, solidaridad y un fuerte abrazo, junto al deseo de que de una vez se solucione este conflicto.