Comparto y admiro muchas opiniones del mediático arquitecto y gurú del patrimonio cultural, José María Pérez González, Peridis, y como ninguna, la que identifica los grandes estadios deportivos como “las catedrales del Siglo XXI” , símbolo del orgullo y pujanza de las ciudades en que se ubican, y “nexo de unión de la ilusión de muchos ciudadanos por un gran sentimiento común”. Aquellas majestuosas catedrales del medievo, construidas durante siglos con enormes penalidades y esfuerzos técnicos y económicos, eran elemento de identificación de sus ciudades, que vivían volcadas alrededor del templo. En los primeros años del siglo XXI las ciudades más importantes del mundo apuestan por espectaculares y multifuncionales estadios, como emblema y motor de desarrollo económico y social ,convirtiéndolos en iconos del nuevos tiempo. Pero en Bilbao no hubo que esperar al siglo XXI. Desde sus primeros años de existencia, allá por 1913, el campo de San Mamés fue aglutinando todos esos elementos simbólicos y sociales; la majestuosidad, el alma, el aroma, el conocimiento, el respeto, la pasión, la “comunión” de quienes la llenaban cada domingo de partido. Por eso muy pronto fue conocida como “La Catedral del fútbol” . No porque se le regalara el nombre, sino porque generaciones de bilbaínos e hinchas venidos de todos los lugares del mundo hicieron de San Mamés un gran templo del fútbol. La categoría de catedral no depende de las piedras, sino de lo que se vive dentro de la misma. Y lo que se ha vivido en San Mamés durante cien años han sido celebraciones, y también algún funeral, dignos de tal categoría. El nuevo estadio tiene, va a tener, la majestuosidad de una gran catedral del siglo XXI. Pero para que siga siendo La Catedral del Fútbol, los aficionados del Athlétic tendremos que mantener el espíritu, el señorío, seguir apoyando sin descanso, crear el ambiente de las grandes ocasiones en el viejo San Mamés, valorar el buen fútbol lo haga quién lo haga, presionar a los árbitros para que no nos pierdan más el respeto , considerar al rival,… Entre todos conseguiremos que San Mamés siga siendo La Catedral, ahora más imponente que nunca. Pero ese “todos” no incluye sólo al público, que tantas papeletas ha salvado al equipo. El compromiso debe integrar también a los jugadores, que tendrán que oficiar más celebraciones gozosas y menos funerales, y sobre todo no abandonar la diócesis a la primera que se les presente. Y desde luego a quienes mandan, que deberían tomar conciencia de que ese esfuerzo incondicional de socios y aficionados merecería reconocimientos de mayor enjundia. Que La Catedral lo sea también por los oficiantes y no sólo por los fieles. Que aunque fieles y creyentes, no son tontos. Por Gonzalo Arroita. Urbanista y socio del Athletic Club. Leer otro artículo de G. Arroita en ElDesmarque Bizkaia.