Antes de su inicio, señalándolos con el dedo, feo gesto donde los haya por pueril e irrespetuoso, denunciaba la prensa a la organización del MUNDIAL DE FÚTBOL FEMENINO CANADÁ 2015. “La FIFA del corrupto Platter desprestigia el mundial femenino de Canadá por disputarse los partidos en estadios de cesped artificial”…
Me hice eco de la noticia poco antes de las siete de la tarde de ayer, 9 de junio, cuando, en butaca de lujo del bar “D´Cañas”, calle Zerón, corazón de baldosa pulida en lo ´viejo´ de Jaén, me disponía a degustar el Francia-Inglaterra. ´Gracias´ a que el fútbol femenino no tiene, aún, el tirón que su enorme atractivo merece y demanda, hallábame solo en el interior de la hermosa cafetería: el ambiente estaba en la calle, en la terraza, “arde la calle al sol de la tarde jienense / hay un hombre oculto cerca del ´cielo´ / esperando que caiga el partido…” Al otro lado de la barra, una gentil y linda andaluza. Un hombre irrumpe de repente en la estancia. Toma asiento, elevado y pegadito al mostrador. Departimos. El partido es el tema de debate. Y del evento balompédico, la denuncia periodística acerca del trato vejatorio que sufre la mujer futbolista por el hecho de obligársela a practicar fútbol de alto “standing” sobre una superfice de hierba artificial. Y he aquí que coincidimos: “Se equivocan de raíz los denunciantes”. Arrancamos, entonces, al alimón, unos cuantos botones de muestra… -“La pelota muestra hacia lo verde la misma querencia que los labios de un bebé hacia el tierno pecho de su madre” - “El esférico no vuela; rula…rula, rula, rula” - “El cesped está al servicio de las futbolistas¸no son esclavas ellas de lo ´vegetal´, la tierra dura con “la calor”, ora irregular debido al levantamiento de terrones por parte de los tacos de las botas cuando la superficie se reblandece por el agua y la humedad, inductoras del barro” -“Es tal la ´lisura´, que es la jugadora la que domeña la pelota, imprimiendo pausa al juego con controles instatáneos, orientaciones precisas, conducciones perfectas, dotaldole de velocidad (al juego) en función de la fuerza que se utilice a la hora del toque del pase o el golpeo del desplazamiento en largo o el disparo” Ya se había ido el hombre cuando Francia marcó su gol, su único gol, el gol de la victoria. Me dirigí a la muchacha que me surtía de infusiones de té verde con hierbabuena, y le dije, Repara, mujer, en la belleza del disparo, no te pierdas la repetición… Mientras, así como antes y después, la exposición mundial sobre un cesped vilipendiado por la prensa (escrita, radiofónica y televisiva) alegándose “agravio comparativo” con repecto al fútbol ese apodado torpemente “viril”; portentosa exhibición de un fútbol de toque, preciso y precioso, sobre todo por parte de una selección “blue” acaparadora de lo bello, selección gala que, cantàndoles el “kikirikí”, le dió un baño en seco a las muchachas de la, otrora, “pérfida Albión”. Aquellos que, luego de haberse visto lo que se vio en el Francia- Inglaterra, se obcequen en dar palos de ciego a la FIFA, en cargar contra CANADÁ 2015 por “obligar” a la mujer futbolista a jugar en campos de hieba artificial, está claro que de fútbol saben muy poco, más bien nada. Que no han asomado su hocico –es un ejemplo-, a la ratonera que San Jorge colgó en lo alto de Kabiezes; que no se hundieron en el lodo de Aitxarte, allá en La Peña, luego de las inundaciones de aquella maldita Aste Nagusia del 83; que no han sido futbolistas desquiciados en un ´La Florida´ duro e irregular, una suerte de cemento verde sobre el que medraban a gusto las txibiritas; que no se han abierto la rodilla hasta el hueso de la rótula maniobrando sobre la roca que de la arena surgía en el diminuto desierto del Dinamo San Juan (¡un saludo, ´Poli´!). Mala hierba nunca muere. Y cuando perece, la fétida tierra ve la luz, aparece. Y cuando la lluvia es chaparrón, la reblandece hasta convertir los aparentes vergeles en auténticos patatales. La naturaleza, lo natural, por ley planetaria, se rebela contra lo humano hasta convertirse en hostil, en su peor enemigo. La hierba que la Ciencia inventa sofistica el artificio hasta el ensueño. Al Francia-Inglaterra de ayer, 9 de junio, para alcanzar la perfección y convertirse en el partido más hermoso del mundo, tan sólo le faltó que, en vez de “la Marsellesa”y el “Dios salve a la reina”, la megafonía del estadio de Montreal hubiera expandido a los cuatro vientos las excelsas notas musicales que Haendel pentagrameó por encargo de una prestigiosa pirotecnia barroca de ´juegos´ artificiales. Durante todo el partido. Acompañando los saltos de ese caucho colorista, fascinante, que se expandía por el cielo canadiense cada vez que las carcasas de los balones explotaban. Y se abrían. Por Luis María Pérez Gartzia, “Kuitxi”.