Si hay una pregunta que se hace la gente estas últimas horas en Bilbao es… ¿Cómo es posible que pasemos de un día para otro de una nevada histórica con temperaturas heladoras a una suave y agradable jornada de 17º que invita a salir a la calle y alegra el ánimo? Los aficionados y seguidores del Athletic Club se miran socarronamente unos a otros como diciendo: “tampoco hay que exagerar. La vida es así”.
Pues sí. La familia zurigorri está cursando este año un master en contrastes. La última muesca ha sido el partido frente al Valencia en San Mamés. Una cita que llegaba tras anteriores experiencias con el equipo atrincherado en casa ante rivales como el Eibar, Las Palmas y Málaga, con la grada indignada por no reconocer en su equipo las señales vitales del Athletic de siempre, y con pitadas cada vez más sonoras siguiendo las pautas de toda la vida, es decir, primero a los jugadores, después al técnico y con el palco preparado para cerrar la inefable trilogía de las crisis en el fútbol.
Nada más lejos de mi intención que condenar ya a un referente importante del Athletic con el que coincidí con muy gratos recuerdos en una etapa temprana como periodista. Para mí, de hecho, Ziganda ya hizo en su momento el mayor favor posible al Athletic. En la temporada 2006-2007, siendo entrenador de Osasuna, el Athletic y la Real peleaban a brazo partido para evitar el descenso a Segunda. A falta de sólo tres jornadas para el final, Osasuna, sin nada en juego, recibió en El Sadar a la Real en un partido clave con todo el público rojillo gritando “este partido lo vamos a perder”.
Ziganda obvió las peticiones populares de alinear un “once” de suplentes y Osasuna ganó 2-0. Bajaron Nastic, Celta... y la Real. El Athletic se salvó por un punto. Ziganda es puro Athletic y cuenta con nuestro favor. Al menos, con el mío. Pero si no puede con el proyecto o no se nota su mano, deberá encontrarse otra solución. Yo también recuerdo haber estado alguna vez de barbacoa con alguno de mis jefes, pero que no se me ocurra no presentar a la hora un programa o volver de un partido sin una entrevista. El fútbol. La vida. Y hablando de posibles soluciones, más allá de nombres propios, no se pueden ignorar los tiempos que marcarán el devenir del Club. Josu Urrutia ya dijo que las próximas elecciones no serán en verano. Si su intención fuese, debido a los resultados, prescindir de Ziganda para la próxima temporada, tendría que iniciar su último año de mandato encontrando un entrenador que aceptase firmar por una sóla temporada. O eso, o convocar elecciones antes del inicio de la próxima temporada para no hipotecar los proyectos de otras posibles candidaturas. Sería lo justo. En cualquier caso, tengo la sensación de que Urrutia no se presentará… aunque nunca se sabe.
¿Aire renovado? Veremos.
Por Ramón Hernández, periodista de Radio Nacional