Estado de miedo en el Athletic
Decía Tito Livio, que si viviera sería de la Roma, que el miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son. Anticipo que este articulo puede dar recelo a los aficionados del Athletic Club, cuestión que no debería suceder nunca en el mundo del futbol, y menos en nuestro amado equipo, porque el fútbol es un deporte competitivo, y ya es de por si un lujo y un motivo de alegría pertenecer a esta entidad.
Pero el miedo es humano, y es una de esas sensaciones que nos acompañan en la vida cuando nos pasa (o creemos que nos pasará) algo malo, cuestión que entre los estamentos del club se está extendiendo como una especie de cáncer que, sin estar diagnosticado, atenaza el cuerpo y la mente de todos los implicados, avisándonos de que una tragedia se cierne sobre nosotros.
“No bajes la guardia”, grita nuestra adrenalina rojiblanca. Pocas cosas pueden ser tan irracionales y al mismo tiempo tan lógicas como el miedo. Miedo existe en las altas esferas de Ibaigane, donde parece que el privilegio de ser presidente se ha convertido en una especie de penitencia.
Miedo siente Berizzo y todo su equipo, que no parecen tener tan claro como cuando se presentaron, que con tanto legionario en la plantilla no pueden dar con una alineación estable. Y este miedo se torna en pavor en unas gradas agarrotadas que imploran para que desaparezca aunque nos visite un rival de escasa entidad.
Todo equipo menor que antes se conformaba con la comida entre directivas y el viaje, es ahora un gigante que amenaza con derribar los pilares de San Mamés.
Aquí es donde deben surgir los quitamiedos, los profesionales que nos demuestren que el miedo no es lo contrario a la valentía, sino un simple mito. Todos los jugadores sienten miedo: a errar un penalti, a perder un mal balón, a fallar o a hacer una cantada, pero solo la forma en que se afronte marcará la diferencia el éxito o el fracaso.
Vivimos en un mercado donde todo lo que no sea ganar se convierte en decepción, cuando realmente la misma vida es una competición donde todos los días debemos ser sinceros con nosotros mismos y respetar al resto. Compitamos pues, y no habrá que lamentar nada si se hace de un modo honesto.
Por Patxi Herranz, periodista de El Correo y Radio Popular