La rana y el Athletic
Existe una fábula o cuento chino vaya usted a saber que cuenta que, si metes una rana en una olla con agua hirviendo, ésta saltará ipso facto de la cazuela para no achicharrarse. Sin embargo, si metes a ese mismo batracio en la olla con agua templada y vas subiendo el fuego gradualmente la rana no se moverá y terminará acostumbrando su cuerpo al calor hasta su trágica muerte. Triste, ¿verdad?
No sé si será verdad, no tengo intención de comprobarlo, pero esa rana me recuerda a nuestro Athletic Club. Un equipo acostumbrado a los fuegos fatuos europeos, al no mirar la clasificación si no es del octavo para arriba, a que le lleven en volandas y rodeado de bengalas desde el lujoso Meliá hasta San Mamés.
En definitiva, un equipo acostumbrado a saborear las mieles del éxito
conseguidas gracias al trabajo, al esfuerzo y hacer lo que siempre se les ha dado bien; echarle garra y coraje. Pero, ¿y si ahora con eso no basta? ¿Y si no es suficiente?
Vivimos en un fútbol en el que los equipos llamados erróneamente modestos se arman con juventud y calidad gracias a las millonadas de la tele que a nosotros sólo nos sirven para engordar las fichas de los nuestros. Un fútbol cada vez más competitivo, cambiante, fugaz. ¿Y el Athletic “pá cuando”?
Ojo, que nadie se equivoque, que no hablo de la filosofía. Dios me libre. Hablo de espabilar. Que, sin ir más lejos, este domingo ante el Getafe vimos un once que recordaba a tiempos pretéritos. Que hemos pasado de jugar con la plantilla más joven a jugar con la más vetusta.
Que cambiamos el cromo del vilipendiado Ziganda por la del romántico Berizzo. Y todo sigue igual. Y seguimos haciendo lo mismo. Acomodados como la rana en la olla. Resultado: Pues que te ves abocado a las dos temporadas que nos está tocando vivir.
¿Cuándo va a dar este equipo ese respingo antes de quemarse? ¿No sé dan cuenta de que la temperatura sube y siguen plácidamente chapoteando en un caldo que nos puede llevar a la muerte? ¿Es que nadie se acuerda ya del bienio negro?
El equipo necesita un reboce (como las ancas de rana). Un cambio. Un giro de 180 grados. No quiero ver a mi Athletic en esa olla haciendo “chup, chup” mientras se hierve a fuego lento. Y más vale que se lo recordemos cuando estemos en San Mamés; con apoyo, grito, ruido y bufanda al viento. Porque igual, los que no estamos convirtiendo en rana somos todos nosotros…
Por Iker Fernández, periodista de Radio Nervión