El fútbol no deja de sorprendernos pese a ser por lo general bastante previsible. Fútbol es fútbol. Ahí estan las "enecientas" frases hechas que lo definen con tanta gracia como precisión: ya saben aquello de en el fútbol gana el que hace más goles, en el campo somos 11 contra 11, el partido dura 90 minutos, el rival también juega, la suerte no estuvo de nuestro lado... todo lo demás es solo teoría, al menos a pie de calle, un catecismo totalmente caprichoso y condicionado a lo subjetivo.
Porque todos llevamos un entrenador dentro y (como somos ventajistas) consideramos desde la grada o el sofá de mucho más fácil ejecución las acciones del fútbol de lo que en realidad suelen ser. Por no hablar de las alineaciones, las sustituciones o los fichajes. Este hándicap con el que convive el fútbol es también su principal enganche adictivo. Cualquiera tiene (tenemos) una versión propia sobre lo que vemos cada semana, visiones no necesariamente coincidentes con las que poseen los que nos rodean.
Se puede disfrutar como aficionado en los consensos, especialmente cuando nuestro equipo está subido a una buena ola, pero verdaderamente cuando hay auténtica chicha futbolera es en la discrepancia con alguien tan entusiasta como nosotros. Yo no concibo el fútbol sin ponerme la camiseta y sin la salsa que generan las diferencias de opinión. Me atrevería a decir que sin ese debate (sea de barra de bar o cátedra balompédica) el fútbol perdería toda su esencia.
Ahora que Gaizka Garitano ha 'desfibrilizado' al Athletic Club salvando el primer match ball, la diatriba está en analizar el cómo se ha llegado a resucitar al muerto. Unos apuntan a la recuperación del manual básico con los fundamentos primigenios del futbol: huir de los alardes, defender con criterio y generosidad, y por supuesto aprovechar tus oportunidades sin exponerte demasiado.
El resto se felicita por el cuasicumplimiento del objetivo de la supervivencia asumiendo que se ha sacrificado el juego y perdido el flow, si alguna vez los tuvo este equipo en parámetros de jogo bonito. No es fácil atinar en el diagnóstico y mucho menos convencer a todos sobre nuestras teorías sobre lo que ha provocado esta irregular temporada.
Hoy los más felices son los resultadistas caparrosianos. "Clasificación amigo, y luego ya si eso analizamos lo cualitativo". ¿Y a partir de ahora, qué? El equipo mira para arriba, sí, aunque hace tan solo 5 jornadas vivía una enorme depresión languideciendo en la zona de descenso. Por mucho que sorprenda después de un año tan agónico, el Athletic efectivamente, se sitúa más cerca de Europa que del infierno de Segunda.
Aunque visto el justito nivel creativo exhibido en Huesca o el coitus interruptus de Anoeta es difícil saber hacia donde vamos verdaderamente. Ocurre a menudo. Cada vez que se gana un partido o se da buena imagen como ante el Barcelona se mira a cotas mayores (a mí aun me da pudor hablar de la Europa League) y en cuanto se pierde un duelo como el de San Sebastián, crisis al canto y vuelta a cuestionárselo todo.
Ni una cosa ni otra. La liga aun no se ha roto, pero no tardará en definirse el destino que aguarda al Athletic. De momento ganando el sábado al Eibar se le superaría en la clasificación y podríamos seguir alimentando las expectativas. Todos los partidos se juegan hasta el final y aun quedan 14 jornadas de liga por disputar ¡14 jornadas y 42 puntos! Des-pa-ci-to, pasito a pasito, suave suavecito, como la canción de Luis Fonsi.
El Athletic y los aficionados tendremos que aprender la lección que nos deja este curso y adaptarnos (como el agua a la botella) a lo que venga en el futuro, sean curvas o rectas, ascensiones extenuantes o descensos vertiginosos. Sin perder nunca la ilusión ni crearnos objetivos frustrantes. Como dijo Bruce Lee en su última entrevista 'Be water, my friend'. Todo se andará.
Por Angel López, director de Onda Vasca