Qué lejos queda aquel 20 de Agosto de 2018. Empezaba la liga. Era el primero de tantos lunes. Y cuando llegábamos al martes, a la hora de las brujas, lejos de Bilbao la radio cantó el gol de Muniain en el descuento. Como pasa siempre, el fútbol es resultado, y el buen resultado vale. Empezaba bien la liga.
Una liga que se había presentado prometedora, con una plantilla de nombres importantes. Sin la necesidad de jugar competición europea ni fases previas. Bien preparados, bien tratados, bien considerados, bien pagados. Sin motivo alguno para las excusas. Podía ser una muy buena liga para el Athletic.
Unos días antes escapó Kepa. En su derecho estaba. Pero no cabe duda de que empobreció la plantilla. Y eso que me hubiera gustado ver jugar a Unai Simón en la era Garitano. Con un equipo sólido. Creo que es un porterazo.
Pero lo cierto es que aquello nos restó. Como la gestión del tema Remiro, no tanto en su fase final, con el jugador perdido para la causa y aprovechándose de las ganas de revancha del vecino, como en la falta de atención que llevó al desenlace.
Lo que vino en los meses posteriores fue terrible. Un equipo desnortado a nivel técnico, físico y a mi juicio, también a nivel directivo. Pocas veces he visto a tanta gente convencida de que el equipo se iba a segunda
Y en medio del agujero negro llegó Garitano. He de reconocer que no confiaba en su capacidad para salvar aquella nave a la deriva. Vaya que si lo hizo. Y de qué manera. Devolvió la solidez y la confianza al equipo, la motivación y la alegría a la afición y la prevención y la duda a los rivales, que dejaron de enfrentarse a un flan tembloroso que se deshacía en el minuto 60 de cada partido.
Y el equipo protagonizó una remontada espectacular, combinando partidos más o menos vistosos, pero casi siempre rocosos.
Dentro de la montaña rusa que hemos vivido, el tramo final ha sido decepcionante. Mirando esta mañana la tabla clasificatoria tengo la impresión de que hemos ganado la liga de los mediocres, tras los grandes (los otros grandes) y las revelaciones típicas de cada año. Hemos ganado la liga de la zona de nadie.
Y me parece que tenemos los mimbres para dar un salto cualitativo que nos permita acceder al grupo de los importantes. De los de arriba. Como lo dieron en su día el Atlético de Madrid, el Valencia o el Sevilla, por ejemplo. Estar arriba casi siempre, llegar a Europa, y competir como un grande.
El entrenador ha demostrado que puede hacer un grupo competitivo. La plantilla debe responder en el campo a su valoración contractual.
Y la nueva directiva, que ha traído apertura y naturalidad, debe esforzarse en asentar en Lezama y despachos la excelencia en la gestión, económica y deportiva, garantizando que en el Athletic trabajen los mejores, y explorando todas las vías para incentivar la competencia, incrementar la exigencia y evitar la acomodación y el conformismo.
No se puede escapar ni uno de los jugadores que interesan, como Monreal en su momento o Mikel Merino más recientemente, o tantos otros.
Y se debiera explorar la enorme potencialidad de la diáspora vasca en Uruguay, Argentina, Chile,… que da jugadores buenos y competitivos desde tempranas edades y que pondrían en precio racional los disparatados y privilegiados salarios que pagamos a quienes, si les falta el Athletic, deben buscar acomodo en el fútbol de plata o bronce.
O por lo menos, debatir tal posibilidad.
El Athletic puede vivir perfectamente sin cambiar nada. Puede pagar salarios disparatados, tener organismos que en vez de generar recursos cuesten dinero, ir incorporando personal como si fuera la administración. Ganar un título o ninguno cada cuarenta años. Incluso bajar a segunda.
Porque la enorme fuerza social de este Club puede aguantarlo todo. Hasta la mediocridad. La aguanta y la aguantará. Pero no la merece.
Por Gonzalo Arroita. Urbanista
¡Buenísimo artículo Gonzalo!, totalmente de acuerdo con lo de Unai Simón, a ver si tiene más oportunidades la temporada que viene