Este sábado el Athletic volvió a derrotar nuestra autoimagen. Si el fútbol ha cobrado una importancia desproporcionada es porque representa como pocas cosas la identidad. Cuando todo se mueve, el fútbol permanece, y eso tiene un valor descomunal. Quiero decir que puedo cambiar de mujer, de trabajo e incluso de ciudad varias veces durante mi vida, pero sigo sentándome en la misma localidad de mi estadio desde hace 40 años (o en una equivalente, en el caso de San Mamés). ¿Qué más hay que nos ofrezca esa certeza?
Como bilbaínos, el Athletic Club ha sido fundamental durante décadas para formarnos una descripción sólida y rutilante. Ser del Athletic ha constituido una parte esencial y al mismo tiempo deliciosa de nuestra condición de nacidos en el mismo centro del mundo. Una obligación, y también un placer, ya que ambas categorías, bilbaíno e hincha del Athletic, maridaban de maravilla al beber de las mismas cualidades: orgullo, empuje, derroche, pasión o autenticidad.
Pero después de perder seis finales de copa seguidas en doce años sin apenas resistencia, sin comparecer en varias de ellas o al menos sin una presencia mínimamente reconocible para los hinchas, finales jugadas y perdidas con distintos equipos y rivales pero siempre con la misma sensación de impotencia y mediocridad, con los jugadores deambulando atenazados por el campo con una cara lastimosa de sufrimiento y responsabilidad, con los entrenadores confesando su incomprensión sobre la pobre propuesta de los futbolistas, y con esa falta general de espíritu, ¿hay algo menos bilbaíno que el Athletic?
Se me dirá que venimos de ganar una Supercopa maravillosa, pero a mí, visto con la perspectiva de más de una década y con las dos imperdonables actuaciones perpetradas por el club en quince días, aquel título de hace ya mil años me parece una excepción que fue consecuencia de una situación excepcional: el hechizo colectivo que ocasionó la llegada de un gran entrenador, el subidón ocasionado por una reanimación artificial que, como se ve, apenas ha durado mes y medio.
Hay una disonancia horrorosa entre ser bilbaíno y presentarse públicamente con este club a los grandes escenarios de las finales. El Athletic de este tiempo no está a la altura, no ya de su historia, sino del pueblo que representa. Este pueblo concretamente, con sus cualidades bien definidas del mismísimo Bilbao. No lo está. Ni de lejos.
"Si la gabarra es la kriptonita del Athletic (un objeto sobrecargado de simbolismo, una idea tan legendaria que nos bloquea cuando estamos a punto de materializarla), el Athletic es la kriptonita del bilbainismo"
Como afición, somos invencibles: vamos en masa, gastamos el dinero de forma desaforada, ponemos banderas hasta en las banderas, nos ilusionamos con una lealtad, una exageración y una falta de prudencia digna, eso sí, de nuestra identidad. Hasta que el árbitro pita el inicio, todo está en consonancia con nuestra descripción.
Pero inmediatamente después empieza una doble debacle: la futbolística y la de nuestra autoestima como hombres y mujeres de Bilbao. Es insoportable ver esa pequeñez en directo, con la camiseta puesta, y saber que todo el mundo la está viendo. Y los jugadores son los primeros en saberlo, y se avergüenzan como nos avergonzamos todos. No les culpo. Hacen lo que pueden.
Tiene Bilbao un gran tesoro, decía la canción. No digo yo que ya no lo tenga. Pero está claro que el club no está al mismo nivel de su hinchada, su ciudad y su identidad colectiva, y necesita un proceso profundo de equiparación.
Yo no me pondría límites en ello.
Por Alejandro Fernández Aldasoro, escritor de libros y redactor creativo en distintas agencias de publicidad.
Me siento bastante identificado con el sentimiento del artículo. Bastante de acuerdo con el comentario nº2, al que añadiría la animadversión que semejante chapa Athletic en EITB causa en nuestros vecinos, que no entienden semejante insistencia y se sienten agraviados, con razón. Comparto tu reflexión final Alejandro, esto no es algo puntual, hablamos de una década (renovarse o morir), y yo tampoco me pondría límites. O jugamos con las mismas cartas que los rivales y competimos, o jugamos con jugadores que reflejan valores ensalzables reales y nos conformamos con el resultado. En este último escenario si que me uno al eslogan "a las duras y a las maduras". No comparto semejante expresión, si los valores reflejados son Maseratis, shows en el Hormiguero y demás bobadas, ... para terminar haciendo el ridículo repetidamente, cuando tienen que dar el callo. Para finalizar, quizá tampoco es muy normal semejante forofismo desmesurado por el futbol y por unos privilegiados sin valores (en muchos casos)... también hay que mirarse eso señores. Es una opinión.
El athletic club es del pueblo estos jugadores, técnicos y directivos no
Muy de acuerdo con el artículo. Creo que las instituciones y el club se equivocan grave mente cada vez que jugamos una final . Hablamos de cómo y cuando se van a hacer los recibimientos, que si la gabarra se pinta , que si flota o no flota. Creo que se equivocan . Esta bien tener ilusión pero el tema gabarra o recibimientos se debería hacer de puertas para adentro y no hacerlo público. La prensa con su derecho a la información en muchas ocasiones perjudican con tanta noticia incluso rumores, todo eso es meter presión a un equipo que sabe que todo un pueblo y muchísima gente Athleticzales que no viven en Bizkaia está pendiente de su rendimiento en esa final. Esa mochila pesa mucho, si de verdad se quiere al Athletic que no lo dudo , se debería actuar de otra manera antes de una final de nuestro equipo
Totalmente de acuerdo Alejandro.
Extraordinario artículo, muy de acuerdo con la exposición y lo único que amplio es el extender a toda Bizkaia la pertenencia y maridar con un club y un equipo, que me da lo hacemos único los aficionados y no los jugadores