En la situación del Real Valladolid lo verdaderamente grave no es ver cómo tienes que afrontar 40 minutos en inferioridad. Lo realmente complicado de entender es que Miguel Ángel Portugal tenga que realizar una sustitución por miedo a verse con nueve hombres sobre el campo.
Si ante Osasuna fue Rodri Ríos la sustitución forzosa, en Lugo sería Mario Hermoso. El joven madrileño dejaba el campo preso de su juventud y su exceso de celo competitivo. Cuando el Pucela necesitaba templanza y seguridad, el canterano madridista tuvo que ser retirado del terreno de juego al ver que estaba en una pelea de la que iba a salir perdiendo con casi toda seguridad. Esa lucha estaba pérdida. La de la resurrección del equipo, no.
Para conseguirla definitivamente y evolucionar sobre la imagen de los primeros 45 minutos en Galicia, los pucelanos deben mostrar mucha competitividad y templanza en la lectura del juego. La excesiva fuerza e ímpetu no es buena consejera para el fútbol y, mucho menos, para la dinámica que viven los blanquivioleta. Éste es un conjunto que evoluciona pero que se ve frenado por sus propios errores. Muchos de ellos, evitables y por qué no decirlo, sancionables a nivel interno.